Los chilenos y los inmigrantes con derecho a voto estamos convocados a elegir a quien presidirá la Nación, a una parte de los miembros del Senado y a todos los Diputados.
Votar es un derecho y un deber de los ciudadanos. El bien común de la sociedad exige la participación de todos en un acto relevante para el futuro de Chile. El discernimiento para votar por un candidato debe ser con una conciencia bien formada.
Al elegir a una persona para un cargo de representación ciudadana no solo se ha de tener en cuenta su tendencia política, su capacidad en la gestión de temas cada vez más complejos en los ámbitos legales, sociales y económicos, entre otros muchos, sino también hay que considerar su integridad personal y su honestidad.
Un aspecto fundamental, que es esencial al momento de votar, es el pensamiento del candidato respecto a principios morales básicos. Recordemos que estos son, principalmente, el reconocimiento del derecho de todo niño a nacer y de los ancianos y enfermos terminales a morir naturalmente, afirmar la verdad del matrimonio fundado en la unión de un hombre y una mujer, el asegurar la libertad religiosa y el derecho prioritario de los padres a educar a sus hijos y a elegir el establecimiento educacional que sea conforme a sus propios principios morales y convicciones religiosas.
Todos somos conscientes de los actuales grandes desafíos de Chile en materia de seguridad, educación, empleabilidad y crecimiento económico, probidad en el servicio estatal, austeridad y transparencia en el uso de los recursos del Estado aportados por todos los chilenos, no para el lucro de algunos, sino para asistir especialmente a los más necesitados.
Quienes sean elegidos deben tener la capacidad de proponer medidas adecuadas para enfrentar enormes desafíos, ser capaz de implementarlas e integrar a todos en un proyecto común, que atañe al conjunto de la sociedad.
La responsabilidad de todos a la consecución del bien común exige una voluntad decidida de estar dispuesto a asumir los costos de las medidas destinadas a superar los problemas. La unidad ante un proyecto común pasa necesariamente por renuncias a intereses individuales y asumir los sacrificios proporcionados al fin que se quiere alcanzar como país.
Elegir a unas autoridades tiene como consecuencia apoyarlas en sus propuestas de solución, con la condición de que sean conformes a la ley moral. La colaboración, el diálogo y la confianza entre ciudadanos y autoridades debe ser el contexto de nuestra relación cívica. Decía Santo Tomás de Aquino: “Los hombres no podrían vivir juntos si no tuvieran confianza recíproca, es decir, si no se manifestasen la verdad”.
En definitiva, se requiere de todos un corazón bien intencionado y una sincera voluntad de contribuir al bien común.
