Hoy toda la Iglesia Católica se une en penitencia, abstinencia y ayuno para conmemorar la pasión del Señor. La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza.
¿Qué celebramos en Viernes Santo?
La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza. Este día la Iglesia no celebra la Eucaristía, sino una celebración litúrgica que conmemora la Muerte del Señor. También, se realiza la celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la Comunión Eucarística, con las que hostias fueron consagradas el Jueves Santo.
Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de San Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo amado, de la Madre y del soldado que le traspasó el costado.
Allí, los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia Él la mirada.
La Madre estaba allí, junto a la Cruz. Como madre y discípula que ha seguido en todo la suerte de su Hijo, quien en ese momento le confía la misión de abrazarnos a todos como hijos suyos.
El soldado que traspasó el costado de Cristo, no se dio cuenta que cumplía una profecía y realizaba un último y estupendo gesto litúrgico. Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre de la redención, el agua de la salvación. La sangre es signo de aquel amor más grande, la vida entregada por nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida misma de Jesús que ahora, como en una nueva creación derrama sobre nosotros.
El P. Pablo Fernández Martos, sacerdote misionero en Villarrica, te explica más de esto AQUÍ.
Evangelio del día (Jn 18,1—19,42): disponible en el siguiente link http://evangeli.net/evangelio/dia/II_58
¿Cómo celebrar el Viernes Santo desde Casa?
1- Unirse a la Iglesia participando de la Liturgia a través de los medios de comunicación. Pueden unirse a la transmisión oficial de la Santa Sede donde presidirá el Papa Francisco, o bien buscar en su parroquia la transmisión de la Santa Misa.
2- Antes de que empiece la Liturgia, te invitamos a colocar una cruz en tu puerta, ventana o balcón de tu casa, como símbolo de que en ese hogar hay cristianos adorando a Jesús Crucificado, junto a María, mediante actos de penitencia, abstinencia y ayuno.
Oración para el Viernes Santo
Señor, Dueño del tiempo y de la historia, como Tú yo quiero ser fuego que purifica, luz que ilumina en medio de las tinieblas, palabra que consuela en medio del sufrimiento.
Tú eres un Dios glorioso, lleno de vida y de esperanzas. Viniste al mundo para donarte y realizar un sacrificio perfecto de amor universal y romper así todas nuestras ataduras.
Rey mío, Dios mío, Tú nos has salvado con tu sangre y preferiste la muerte en la cruz antes que renunciar al amor. Bendito y alabado seas por tu poder derramado sobre toda la humanidad.
Cargaste una pesada cruz en donde fueron depositados insultos y humillaciones, una cruz transformada en victoria que me dio vida en abundancia, haciéndome capaz de enfrentar todos mis miedos y dolores.
Tu cruz es el triunfo del amor sobre el mal, del gozo sobre el dolor, de la verdad sobre la injusticia, de la luz sobre la oscuridad. Te doy gracias por esta acción poderosa y salvadora en mi vida.
Con tu gracia y tu bendición, sé que también puedo llevar con alegría el peso de mi cruz, porque siento que tu amor me sostiene, me fortalece y me conduce por caminos de esperanzas.
Confío en este gran misterio de amor y por eso no dejo de creer en Ti y en todo lo bueno que me ofreces para lograr mis sueños.
En tu cruz consigo las fuerzas para renovar mi corazón y vivir con actitud optimista creyendo que todo lo puedo en tu amor.
Amén.
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