Hermanos en Jesucristo:
Septiembre nos invita a reflexionar acerca de lo que significa que Chile sea nuestra “Patria”, la tierra de los padres. Ella es la sociedad en que nacemos y vivimos, configurada por su historia, sus raíces constitutivas, su fe, su idioma, su geografía y su proyección hacia el futuro. La adhesión a estos elementos comunes nos permite reconocernos como parte de un todo, con el cual nos identificamos y del cual cada uno es responsable junto a los demás.
A la Patria terrena se la ama porque es el regalo dado por Dios Creador para que desarrollemos nuestra vocación personal y social en orden a la consecución de la Patria celestial. La ordenación de todas las cosas de este mundo hacia su fin último, que es Dios, nos ayuda a ubicar a la Patria en su justo lugar y a evitar en convertirla en un absoluto.
Esta Patria terrena debe ser imagen y preparación de la eterna. Si nos reconocemos peregrinos en este mundo, entonces entenderemos lo que dice el Señor: los hombres han de confesarse “extraños y forasteros sobre la tierra. Los que tal dicen, claramente dan a entender que van en busca de una patria” (Hb 11,13-14), pues “somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo” (Fil 3,20).
El amor a la Patria, que ha de ser bien entendido, se expresa en la celebración del 18 de septiembre, por ejemplo. Pero hay otras muchas expresiones de este amor, que deben estar presentes todos los días del año. Puedo mencionar el respeto a nuestra historia, a los signos patrios, al legado cultural y arquitectónico de nuestros antepasados, a nuestro entorno natural y urbano, etc.
Pero ciertamente que la máxima expresión del amor a la Patria es a lo más importante de ella, que son sus habitantes, las personas. Por algún motivo, septiembre es también el mes de los migrantes. Chile se ha formado por el aporte de mucha gente venida de distintas partes del mundo. En la práctica todos, incluso los pueblos originarios, somos descendientes de migrantes. Nuestros antepasados han venido de otras latitudes para iniciar una nueva vida en estas tierras. Con razón la Biblia nos considera forasteros sobre la tierra, ciudadanos del cielo, que, según la voluntad de Dios, deberá ser nuestra definitiva y eterna Patria.
Los chilenos hemos de amar a esta Patria que nos regaló el Señor. Es un don recibido que hemos de compartir con aquellos que por distintas razones han tenido que salir de sus países de origen. Recibamos al migrante de tal modo que se les pueda decir: “Te saldrán al encuentro, viajero, verás cómo quieren en Chile al amigo cuando es forastero”.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica