
La contribución del 1% de nuestros ingresos es el aporte que realizamos a la Iglesia, para mantenerla y ayudarla en sus necesidades. Conviene notar que esta colaboración no se cumple con la entrega de limosnas eventuales, sino que ha de hacerse una aportación especial, cada uno en su capacidad, cuya finalidad sea el cumplimiento de este precepto.
Como católicos estamos llamados a realizar este aporte, la obligación de ayudar económicamente a la Iglesia deriva del hecho de que ésta aunque es divina por razón de su origen y de su finalidad, se compone de elementos humanos y tiene necesidad de recursos para cumplir su altísimo fin; el mismo Cristo dijo a sus discípulos: “El que trabaja tiene derecho a la recompensa” (Lc 10,7), y San Pablo “Dios ha ordenado que los que predican el Evangelio, vivan del Evangelio” (1 Cor 9,14).
La Iglesia, al ser Madre y preocuparse de las necesidades espirituales y materiales de sus hijos, reclama de ellos oraciones, sacrificios y limosnas. Con estas puede ayudar a los más necesitados: los pobres, las misiones, los seminarios, etc. El quinto mandamiento de la Iglesia pide a sus hijos su aporte para disponer de lo necesario para mantener el culto divino, las obras apostólicas y de caridad. Esta ayuda material que los cristianos realizan a la Iglesia sirve también para el digno sustento de los ministros y para atender al esplendor del culto: edificios, vasos sagrados, ornamentos, etc. Ayudar a la Iglesia obliga en conciencia y en justicia, porque de otra manera no puede atender a los gastos que demanda la dignidad del culto de Dios.
En épocas pasadas este deber se concretaba en la entrega de diezmos -la décima parte- o las primicias – las primeras recolecciones – de los frutos de la tierra y de los animales. Actualmente se ha dispuesto de manera distinta, sólo solicitando el 1% de los ingresos. Sin nuestro aporte, la Iglesia no puede realizar su misión de anunciar el Amor de Dios por todos los hombres.
PREGUNTAS FRECUENTES (FAQ)
¿Qué es?
Todos estamos llamados a participar contribuyendo con el 1% según nuestro corazón y
nuestros medios: un padre de familia puede dar el 1%, un joven puede dar algo de su mesada, incluso los niños pueden comprometerse.
No existe aporte demasiado pequeño, o demasiado grande. La verdadera medida que da
valor a lo que damos a la iglesia, es el amor con que lo hacemos.
La misión de la Iglesia es anunciar la buena noticia del amor incondicional de Dios para todos y cada uno de los seres humanos, expresado en la vida, muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios.
¿Por qué aportar?
• Porque la Iglesia depende exclusivamente de los aportes voluntarios de sus fieles para poder desarrollar su misión.
• Porque si los católicos no ayudamos al sostenimiento de su Iglesia, ¿Quién lo hará?
• Porque aún existen grandes necesidades que la Iglesia no puede afrontar por falta de fondos.
¿Cómo desarrolla la iglesia esta misión?
• Dando culto a Dios, fundamental razón de nuestro existir
• Celebrando los sacramentos: Eucaristías, Bautizos, Matrimonios.
• Educando en la fe: al catequizar, predicar, desarrollar misiones pastorales
• Desarrollando obras de caridad y apostolado
• Dando un sentido a nuestra vida
• Acogiendo y acompañando a los hombres y mujeres de hoy
¿Quiénes realizan esta misión?
• Sacerdotes y diáconos que nos guían en nuestro conocimiento y experiencia del Evangelio
• Religiosos y religiosas que ayudan a nuestros pastores en su labor.
• Sacerdotes ancianos, que nos han dado tanto y que continúan apoyándonos a través de su oración.
• Seminarios y seminaristas diocesanos
• Laicos remunerados que trabajan en las parroquias
• Laicos, voluntarios y catequistas no remunerados
¿Para qué requiere la iglesia de medios materiales?
• Para remunerar dignamente a los sacerdotes, diáconos, religiosos/as.
• Para proveer de los elementos necesarios para celebrar los sacramentos
• Para anunciar el Evangelio y financiar la pastoral entregando a los voluntarios los
medios materiales necesarios para esta misión
• Para ayudar a los necesitados
• Para acompañar a los jóvenes en su búsqueda, a los enfermos en su dolor
• Para construir y mantener templos y lugares de oración