A pocos días de su ordenación diaconal el seminarista de nuestra diócesis de Villarrica, Daniel Ernesto Rojas Pinochet, compartió una entrevista con el departamento de comunicaciones diocesano, donde nos cuenta un poco de su vida familiar, escolar y vocacional; de su devoción a la Santísima Virgen, a San José y a San Francisco de Asís; y de lo que significa para él recibir el orden diaconal en tránsito al sacerdocio, destacando que es un servicio al Señor y a su Iglesia.
Desde ya, todos quedan invitados a acompañar a Daniel, en su ordenación diaconal, conferida por nuestro obispo, monseñor Francisco Javier Stegmeier, en la parroquia San Francisco de Villarrica, este sábado 17 de marzo a las 11 de la mañana.
- Cuéntanos de tu familia y de tus primeros años escolares:
Cuando uno comienza un examen de vida como preparación para recibir las órdenes sagradas se da cuenta de la importancia de la familia y doy gracias a Dios por ella, pues ahí recibí la primera formación cristiana. Mis padres me inculcaron el amor a Dios, me enseñaron a rezar, me invitaron por primera vez a ir a la Iglesia, ellos me entregaron la primera catequesis.
Estudié la enseñanza básica en el colegio Nahuelbuta de mi ciudad de origen, Angol. En él tuve muy buenos profesores, aunque no era colegio católico, sino estatal, se vivía un fuerte espíritu de fe, veía a mis profesores en Misa los domingos, y como el establecimiento queda frente a la parroquia, teníamos una estrecha relación con los sacerdotes.
La enseñanza media la realicé en el liceo Los Nogales, ubicado en el sector del Rosario en Angol, aunque, no se enseñaba directamente religión, la profesora de ética nos entregaba contenidos religiosos como las vías de conocimiento de Dios de Santo Tomás de Aquino y otros contenidos de fe.
- ¿Cómo se originó tu camino vocacional?
Me di cuenta que Dios me estaba llamando para ser sacerdote a la edad de 14 años, después de la Confirmación. Lo descubrí por una sed muy profunda de Dios, empecé a ir más a Misa, a leer más las Sagradas Escrituras y a asistir a la adoración al Santísimo. Fue creciendo una fuerte devoción y un querer comprometerme más con el Señor.
El padre Francisco O’Koren Dolkchac, sacerdote esloveno, párroco de la parroquia Inmaculada Concepción de Angol en la época de mi adolescencia, me invitó a participar como monaguillo, a los 13 años de edad.
Mis papás se daban cuenta que algo pasaba en mí, me estaba acercando más a la Iglesia, cuando le dije a mi mamá que entraría al seminario, al inicio, se asombró, pero después lo asumió bien. Siempre he sentido el apoyo de mis padres. Soy el menor de 8 hermanos, ellos estaban muy asombrados y contentos con mi vocación, al inicio no lo creían, pensaban que estaba bromeando, después cuando se dan cuenta, lo asumieron bien.
- ¿Quiénes han marcado tu vocación?
En primer lugar, mi familia, ahí recibí la primera formación cristiana, el respeto a Dios, a la Iglesia y a los sacerdotes.
En segundo lugar, hay mucha gente, pero en forma especial, el padre Francisco O’koren. De él me llamaron la atención 3 virtudes:
- La caridad hacia le prójimo.
- Su oración y devoción, especialmente la forma de celebrar la Santa Misa.
- Su humildad, pues, aunque el padre era muy sabio e inteligente, siempre fue muy sencillo con todos.
Era muy atrayente su testimonio de vida, fue testigo presencial de la Segunda Guerra Mundial, le mataron a toda su familia, posteriormente viaja a Argentina, donde es ordenado sacerdote en la basílica de la Virgen de Luján, luego, llega a Chile, donde es enviado a Selva Oscura y a Curacautín, donde permanece por 40 años sirviendo. Ahí realizó policlínicos y evangelizó al pueblo mapuche, siempre estaba disponible para ayudar, visitar enfermos, era sacerdote las 24 horas del día; personalmente me ha marcado su vida.
- ¿Cómo fue tu vida en el seminario?
A los 19 años ingresé al Seminario, después de egresar de Cuarto Medio. Fue muy bonito, porque estaba esperando eso. Para mí el proceso de formación es acercarse al Corazón de Cristo, para formar un corazón de pastor. Son varias etapas que uno tiene en el Seminario: Formación académica, pastoral, espiritual y una intensa vida comunitaria.
Pastoralmente, he estado en la Catedral con padre Andrés Maricán. Fue una muy linda experiencia, estuve con el seminarista Roberto Mera. Allí visitamos capillas y servimos en la sede. Realizamos una misión en la localidad de Manhue, entregando el Evangelio, visitamos casas, invitando a las catequesis y a la vida sacramental.
Después, estuve de pastoral en la parroquia San Francisco en Villarrica, con el padre Robinson García, allí me tocó visitar las distintas capillas, celebrar liturgias en las comunidades de campo, hacer catequesis, acompañar al grupo de abuelitos. Destaco el compartir con el padre, pues ello es fundamental, lo acompañé a visitar enfermos y a personas que vivían solas, su testimonio me ayudó mucho.
- ¿Nos podrías compartir sobre tu vida de devoción?
Siempre he tenido devoción a la Santísima Virgen, especialmente bajo la advocación de la Virgen del Carmen, mi papá me la enseñó. Siempre le he tenido un cariño muy especial, ella siempre me ha acompañado en todo mi proceso vocacional, ha conocido mis cruces, me ha dado ánimo para seguir adelante.
Otro santo, que me ha cautivado es San Francisco de Asís, siempre me gustó una pintura en que sale él abrazando la cruz, esta imagen representa de alguna manera el ministerio que voy a recibir, un diácono que abraza a otro diácono, al primer diácono, a Cristo, el Servidor de los Servidores.
El patrono de mi ordenación diaconal es San José, siempre le he tenido gran devoción a él, por su vida, porque fue el padre de Jesús y lo educó. En los pasajes bíblicos pareciera pasar desapercibido, eso me gusta, su humildad, su entrega y también cuando algo falta, él siempre me escucha, es fiel cumplidor. De ahí que la fecha de mi ordenación sea el 17 de marzo, días cercanos a su fiesta, porque quiero que me acompañe de forma especial en mi ministerio.
- ¿Qué te gustaría pedirles a los hermanos que lean la entrevista?
“Rogad al Señor que siga enviando trabajadores a su mies” (Lucas 10, 2) esto lo ha pedido el Señor. Hay veces que la gente dice que no hay vocaciones en la Iglesia, hay que buscarlas y orar por ellas. Sigan orando por los sacerdotes, por la perseverancia en la vocación a Cristo y a su Iglesia.