Hermanos en Jesucristo:
Cuando una sociedad como tal apostata de Cristo, comienza a imperar en ella la barbarie de la cultura de la muerte. En Chile el proceso de apostasía ha dado un paso significativo con la aprobación del aborto. Estemos seguros que los siguientes pasos serán aprobar la eutanasia, luego el aborto libre y el infanticidio. No podemos sospechar hasta qué atrocidades se pueda llegar cuando se desencadena el desprecio por la vida de toda persona humana, especialmente si es débil e indefensa. Como vamos, los crímenes de Hitler y Stalin serán superados con creces.
Un ejemplo de que para allá vamos, es lo acontecido en la “democrática” Inglaterra con Alfie. Según se ha informado, esta guagüita nació con una enfermedad degenerativa. Como es normal, sus padres quisieron hacer todo lo posible para que su pequeño hijo se sanara y viviera. Pero los tribunales de justicia obligaron al hospital a dejarlo morir e impedir que fuese trasladado a un hospital en Italia para seguir con el tratamiento. Constatamos cómo a un niñito enfermo y a sus padres se les niega legal y “democráticamente” un derecho tan elemental que sí se reconoce para cualquier delincuente, aunque su crimen sea de los peores.
Es muy grave lo acontecido en Inglaterra. Pero es la evidencia de lo que quieren hacer las políticas públicas implementadas por los grandes centros de poder, como son Naciones Unidas y la Unión Europea. Es también lo que ha estado pasando en Chile, particularmente bajo el gobierno de Bachelet. La intención que hay detrás es convertir al Estado en una especie de “dios” que decide qué es lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso. Es el Estado quien decide quién es digno de vivir y quién no lo es. Todos dependemos de él. Esta es la ideología del estatismo totalitario. En el caso concreto del niño Alfie, además el Estado arrebata a sus padres la responsabilidad de velar por el bien de su hijo. Es el Estado quien decide por los padres.
Nuestra certeza de la existencia de “Dios vivo y verdadero” (1 Tes 1,9) nos asegura que el origen, la existencia y el fin de todos nosotros sólo es Él. Hemos sido creados a su imagen y semejanza (Gn 1,26) para que algún día, por la redención de Cristo, lleguemos a participar de su vida eternamente en el cielo. Sólo Dios da la vida y sólo Él la puede quitar. Por eso, los creyentes no podemos quedar pasivos ante el avance del estatismo totalitario bajo la forma de democracia. Pidamos al Señor la sabiduría y la fortaleza para ser testigos con nuestras palabras y nuestros actos de la verdad integral de la persona humana y de su dignidad de ser creada por Dios y redimida por Cristo.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica