«Hermanos en Jesucristo:
“Mari, Mari“ (buenos días). “Küme tünngün ta niemün“ (la paz esté con ustedes) (Lc 24,36). Así comenzó su homilía el Papa Francisco en Maquehue, con un saludo en mapuche, para dar paso a un mensaje destinado a todos nosotros, habitantes del Sur de Chile y, especialmente, de la Región de La Araucanía.
El Papa dijo: “En el Evangelio que hemos escuchado, Jesús ruega al Padre para que «todos sean uno» (Jn 17,21). En una hora crucial de su vida se detiene a pedir por la unidad. Su corazón sabe que una de las peores amenazas que golpea y golpeará a los suyos y a la humanidad toda será la división y el enfrentamiento, el avasallamiento de unos sobre otros. ¡Cuántas lágrimas derramadas!“.
Nuestra oración debe pedir al Señor el don de la unidad, de modo que no venza el enfrentamiento ni la división. Es una unidad que no es uniformidad, sino que es un don de Cristo que “reconoce lo que cada pueblo, cada cultura está invitada a aportar en esta bendita tierra. La unidad es una diversidad reconciliada porque no tolera que en su nombre se legitimen las injusticias personales o comunitarias“.
En el mensaje del Papa se destaca el rechazo a la violencia como camino de solución a las injusticias. En efecto, “la unidad, si quiere construirse desde el reconocimiento y la solidaridad, no puede aceptar cualquier medio para lograr este fin. Existen dos formas de violencia que más que impulsar los procesos de unidad y reconciliación terminan amenazándolos. En primer lugar, debemos estar atentos a la elaboración de «bellos» acuerdos que nunca llegan a concretarse. Bonitas palabras, planes acabados, sí —y necesarios—, pero que al no volverse concretos terminan «borrando con el codo, lo escrito con la mano». Esto también es violencia, y ¿Por qué? porque frustra la esperanza.
En segundo lugar, es imprescindible defender que una cultura del reconocimiento mutuo no puede construirse en base a la violencia y destrucción que termina cobrándose vidas humanas. No se puede pedir reconocimiento aniquilando al otro, porque esto lo único que despierta es mayor violencia y división.
La violencia llama a la violencia, la destrucción aumenta la fractura y separación. La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos «no a la violencia que destruye», en ninguna de sus dos formas“.
El Papa Francisco invita a procurar el bien vivir, el buen vivir, que en mapuche se dice “küme mongen“. “Por eso, hermanos, por los hijos de esta tierra, por los hijos de sus hijos, digamos con Jesús al Padre: que también nosotros seamos uno. ¡Señor haznos artesanos de unidad!».
+Francisco Javier Stegmeier Sch.
Obispo de Villarrica