Hermanos en Jesucristo:
En su visita a Chile, el Papa Francisco se reunió con los consagrados, sacerdotes, diáconos y seminaristas en la Catedral de Santiago. Sus palabras fueron una invitación a renovar la respuesta a la llamada del Señor y a entregarle la vida entera, en alma y cuerpo, especialmente en las circunstancias difíciles, personales y comunitarias.
El Papa partió recordando a Pedro, abatido por su pecado de haber negado tres veces a su Señor. Después de la muerte en cruz de Cristo, los apóstoles quedaron confundidos y desolados. A ellos se les olvidó, por su falta de fe, “que la tierra prometida está delante, no atrás. Que la promesa es de ayer, pero para mañana”. La tentación es caer en la apatía ante las adversidades y quedarse de brazos cruzados y “nos olvidamos que el Evangelio es un camino de conversión, pero no sólo de «los otros», sino también de nosotros”.
“Nos guste o no, estamos invitados a enfrentar la realidad así como se presenta. La realidad personal, comunitaria y social”. Vivir la realidad tal como está sin el Señor lleva a la desolación. Además, como Pedro, somos tan pecadores, necesitados y frágiles como los otros. “Jesús no va al reproche ni a la condena. Lo único que quiere hacer es salvar”. En el encuentro de Jesús con el pecador nace el apóstol cuando se es capaz de decir: “Sí, Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero” (Jn 21,17).
“¿Qué es lo que fortalece a Pedro como apóstol? ¿Qué nos mantiene a nosotros apóstoles? Una sola cosa: «Fuimos tratados con misericordia» (1 Tm 1,12-16)”. El buen apóstol es quien, consciente de haber sido perdonado por Jesucristo, no se anuncia a sí mismo sino a Él, su Salvador, “el único que puede sanar las heridas”.
Cuando se mira la propia realidad pecadora, limitada y débil a la luz de la misericordia del Corazón de Jesús se comienza “a comprender que la verdadera grandeza pasa por hacerse pequeño y servidor”. La Iglesia y cada cristiana no deben esperar primero un mundo, una comunidad y un discípulo ideales para luego evangelizar, “sino crear las condiciones para que cada persona abatida pueda encontrarse con Jesús”.
En los momentos difíciles hay que reafirmar la confianza en Jesucristo. “Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece…”. Una comunidad y unos fieles centrados en Cristo, ardorosos en la fe, la esperanza y la caridad, siempre encontrarán modos eficaces de anunciar el Evangelio. “Qué bien nos hace a todos dejar que Jesús nos renueve el corazón”.
Francisco Javier
Obispo de Villarrica