«Hermanos en Jesucristo:
El cristiano que vive de su fe sabe que Cristo es el Señor de todo y que sin Él “todo el mundo yace bajo el poder del maligno” (1 Jn 5,19). Todo lo que acontece en la vida cotidiana, en la familia, en la sociedad y en la historia está relacionado en el fondo, de una u otra manera, con la lucha entre Cristo y el demonio. Cristo ya venció con su Resurrección y, por tanto, la victoria definitiva es nuestra. Pero la lucha sigue.
Cada cristiano está llamado a involucrarse en esta lucha. Nos dice San Pablo: “Fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza. Revístanse con toda la armadura de Dios para que puedan estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra los poderes de este mundo de tinieblas. Tomen toda la armadura de Dios, para estar firmes. Estén, pues, firmes, ceñida su cintura con la verdad, en todo tomando el escudo de la fe. Tomen también el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. Con toda oración y súplica oren en todo tiempo en el Espíritu, y así, velen con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (ver Ef 6,10-18).
Junto a estos medios espirituales al alcance de todos, cada uno tiene que ver qué le pide Cristo realizar para su triunfo definitivo sobre el demonio. Es posible que para nosotros la lucha deberá desenvolverse en ámbitos acotados, pero muy importantes, como son el propio hogar, la escuela y el trabajo. Aunque esto es así, no es ajeno a nuestra responsabilidad la dimensión política. En gran medida, hoy la lucha entre Cristo y el demonio se está librando a través de las personas responsables de la conducción de las naciones.
Es verdad que casi ninguno de nosotros puede hacer mucho respecto a la orientación general de la política. Pero cada uno tiene que hacer lo que le es posible. Y algo que sí podemos y debemos hacer es ir a votar en las elecciones del 19 de noviembre.
No se puede seguir eligiendo presidentes, senadores y diputados que estén de acuerdo con matar niños en el aborto, destruir la familia con la ley del matrimonio “igualitario” y quitar a los padres el derecho de educar a sus hijos. De hecho ningún candidato es perfecto y muchas veces nos vemos obligados a elegir al menos malo. Por eso hoy el criterio para saber por quién votar es si tal candidato está dispuesto a: 1. Defender el derecho de nacer de todos los niños y derogar la ley de aborto. 2. Fortalecer el matrimonio heterosexual y no apoyar el matrimonio igualitario. 3. Reconocer el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones y oponerse a la intromisión abusiva del Estado en la educación».
+Francisco Javier Stegmeier Sch.
Obispo de Villarrica