Hermanos en Jesucristo:
En su visita a Chile, el Papa Francisco quiso visitar una cárcel de mujeres, como signo de la importancia que Cristo y la Iglesia da a las personas privadas de libertad. De hecho Cristo quiso identificarse con ellas, al decir: “Estuve enfermo y me fueron a ver” (Mt 25,26).
El Papa recordó que todos somos pecadores y, por lo mismo, todos hemos de ser capaces de pedir perdón, para crecer en humanización, pues “sin esta actitud de pedir perdón perdemos la conciencia de que nos equivocamos y que nos podemos equivocar y que cada día estamos invitados a volver a empezar, de una u otra manera”. La realidad de nuestra condición de criaturas de Dios y a la vez de pecadores nos invita “a dejar la lógica simplista de dividir la realidad en buenos y malos, para ingresar en esa otra dinámica capaz de asumir la fragilidad, los límites e incluso el pecado, para ayudarnos a salir adelante”.
Quien está en la cárcel pagando una pena por su delito, puede redimirse y cambiar de vida. Al respecto, el Papa dijo a las reclusas: “Quisiera hoy apelar a esa capacidad de gestar futuro, capacidad de gestar futuro que vive en cada una de ustedes”. Estar en la cárcel es una experiencia difícil, pero no es “sinónimo de pérdida de sueños y de esperanzas”, ni de haber perdido la dignidad propia de toda persona humana.
El respeto de la dignidad de los privados de su libertad tiene una exigencia para la sociedad, las autoridades y la misma persona encarcelada. Esta exigencia es lograr la reinserción en la vida corriente de la sociedad. La cárcel debe ser una instancia que ayude a la persona a seguir un itinerario de crecimiento conducente a su plena recuperación y reconciliación consigo misma y con la comunidad a la que dañó con su delito.
La pena de cárcel no puede reducirse a un castigo y menos todavía la de ocasionar una mayor degradación moral de los reclusos. La dignificación de la persona es tarea irrenunciable e intransferible de cada uno, pero es también obligación de la sociedad. El sistema carcelario chileno está al debe en esto. Se requiere intensificar los espacios que promuevan “programas de capacitación laboral y acompañamiento para recomponer vínculos”. Por ello, “la seguridad pública no hay que reducirla sólo a medidas de mayor control sino, y sobre todo, edificarla con medidas de prevención, con trabajo, educación y mayor comunidad”.
Por último, el Papa agradece la tarea de los agentes de pastoral, los voluntarios, los profesionales y los funcionarios de Gendarmería. Ellos también requieren condiciones necesarias para desarrollar su trabajo con dignidad.