Hermanos en Jesucristo:
El Señor dijo: “Yo soy el Buen Pastor” (Jn 10,11). Esta imagen se explica con el hecho de que Jesús es también “la Vida” (Jn 11,25; 14,6). Él es el único Maestro y Pastor que nos enseña y guía no sólo desde el exterior, sino que lo hace desde dentro del corazón de cada uno. Cristo nos hace participar de su vida dando la vida en la Cruz, resucitando de entre los muertos, intercediendo por nosotros desde el cielo, haciéndonos nacer como hijos de Dios en el bautismo y alimentándonos con el sacramento de su Cuerpo y Sangre.
Por eso Cristo dice: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas” (Jn 10,14-15). Él es Pastor bueno porque nos conoce y ama personalmente y nos da la vida, pero la mejor vida a la que es posible acceder, es decir, a la vida que nunca acabará y que será totalmente feliz: es la vida eterna, que ya comienza en la tierra por el don de la gracia y que será plena en el Cielo.
Para comprender mejor cuán bueno es Jesús como Pastor, Él se compara con otros que también se relacionan con las ovejas, pero no para darles la vida, sino para servirse de ellas a costa de hacerles daño, abandonarlas e incluso matarlas. En efecto, “el ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), “el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa, porque es asalariado y no le importan nada las ovejas” (Jn 10,12).
El próximo domingo oraremos por las vocaciones sacerdotales, pidiendo al Señor que envíe sacerdotes a semejanza de Jesús, el Buen Pastor. Es necesario orar, pues estos pastores tendrán que ser fieles a su ministerio. Deberán evitar caer en la tentación de convertirse ellos mismos en lobos, ladrones y asalariados. Al revés, deben ser pastores que conozcan a sus ovejas y estén dispuestos a dar la vida por ellas.
En las actuales circunstancias de la sociedad, las ovejas están siendo asediadas por lobos que cuentan con medios de un poder formidable para arrebatarlas del rebaño de Jesús y quitarles la vida eterna. El buen pastor desde su debilidad humana, pero con la fortaleza de Cristo, debe enfrentar sin claudicar al lobo, a veces vestido de oveja, y defender a las ovejas. El pastor debe estar dispuesto a dar la vida para que Cristo viva en los fieles. Estos pastores serán felices, porque Jesús les dirá: “Felices serán cuando los injurien, y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por Mi causa” (Mt 5,11).
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica