«Hermanos en Jesucristo:
Está por comenzar el tiempo de Adviento, como preparación del nacimiento de Jesús en Belén y también de su segunda venida al final de los tiempos. Ambos acontecimientos, uno como inicia de nuestra vida cristiana y el otro como su culminación, son motivos de vivir la alegría de la esperanza cristiana, aun en medio de las dificultades.
Cristo nos anima a esperar su llegada redentora con una esperanza vigilante, pues no sabemos «cuándo vendra el dueño de casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer“ (Mc 13,35). La fe en Cristo como el Salvador y la certeza de su regreso en gloria y majetad como Juez de todo el universo suscita el anhelo de que pronto venga a nosotros: „¡Ven, Señor Jesús“ (Ap 22,20), tal como lo pedimos en el Padre Nuestro: „Venga a nosotros tu Reino“ (Mt 6,10).
La razón de esta oración pidiendo el pronto regreso de Jesús es, primero, porque a Él lo esperamos como Salvador, es decir, como aquel que puede arrebatar definivitavente la entera creación del poder del pecado, de la muerte y del demonio. Cristo es el único que puede conducirlo todo hasta „someter todo el universo bajo su dominio“ (Fil 2,21). Y la segunda venida del Señor tendrá para cada uno de nosotros el efecto de nuestra propia resurrección, semejante a la de Cristo.
La esperanza cristiana en el tiempo de Adviento se ve enardecida por la promesa del Señor de ser Él quien vendrá a salvarnos y a liberarnos de todo mal. Por eso, en segundo lugar, pedimos que vernga Cristo porque somos conscientes de nuestra pobreza, de las muchas miserias presentes en la vida personal, familiar y social. Sobre todo experimentamos el pecado en nuestras vidas y su fuerza a veces arrebatadora.
Adviento nos llama a la conversión, pues confesamos que sólo el Señor que viene puede das la vida eterna a un mundo que va camino a la muerte a causa del pecado. Sólo puede esperar al Salvador quien se siente necesitado de su salvación. Por eso Adviento es el tiempo de los pecadores, de los pobres, los oprimidos, los ciegos, los paralíticos y de los que se hacen como ñinos dependientes de su padre.
Hoy al igual que siempre hay que seguir anunciando a nuestro mundo la necesidad de volver una y otra vez la mirada hacia Cristo. Es algo muy necesario dado que las esperanzas puestas por la humanidad en proyectos políticos, reformas sociales, avances técnicos, adquisición de bienes de consumo y placeres de todo tipo terminan sin satisfacer las ansias más profundas del alma. Hay que volver a creer y esperar en Jesucristo, el único que por el amor de su Corazón es capaz de llenar de vida el corazón del hombre.
+Francisco Javier Stegmeier Schmidlin
Obispo de Villarrica»