Por Sebastián Molina Carrasco
Se presenta una síntesis de la conferencia entregada en la jornada de adoradores de la Capilla de Adoración Perpetua de Villarrica, efectuada el sábado 30 de junio, la cual, desarrolla dos temáticas, a partir de la lectura de las obras completas de Joseph Ratzinger, tomo XI – Teología litúrgica, parte C.
- Presupuestos teológicos sobre la Eucaristía, fuente de la espiritualidad misionera:
- La Eucaristía “misterio de fe”.
- La Eucaristía, comunión con Dios.
- La Iglesia, Cuerpo de Cristo y asamblea eucarística.
- Las características de la espiritualidad misionera de los creyentes, desde la Eucaristía:
- Misión y testimonio.
- Vida eucarística, prolongada en la vida del cristiano.
La Eucaristía es el lugar donde se suscita la misión, pues es el espacio de encuentro entre Dios y el hombre, y entre los mismos hombres, por lo cual, es fuente de comunión, donde el creyente es llevado de su cotidianeidad al “piso superior”. Cristo introduce al hombre en la vida divina y el fiel se hace “uno con Cristo” (Gál 3, 28); por lo que, esto debe producir una conversión de vida, que conlleve a una comunión de voluntades, donde el creyente se identifique y cumpla fielmente la voluntad de Dios, para imitar al Señor Jesús, Pan Vivo bajado del Cielo, para quien, su alimento es hacer la voluntad del Padre (cfr. Jn 4, 34).
De la comunión de voluntades surge la espiritualidad misionera desde la Eucaristía, pues la misión del creyente, según Joseph Ratzinger, se presenta en clave testimonial. El fiel, unido a Cristo Jesús, inserto en la comunión divina y eclesial, debe evidenciar con su propia vida, su estado de gracia y su nueva vida en el Señor, “si vivimos, para el Señor vivimos” (Rm 14, 8). Por lo que, el cristiano debe salir de su yo egoísta y abrirse al encuentro del Otro y de los otros, con hechos y actitudes concretas:
- Actitud de entera gratuidad ante Dios, buscando su gloria y agrado, sin esperar nada a cambio. Teniendo presente que la Eucaristía es fuente de fe y de la misión.
- Proceso personal de configuración e identificación con el Señor: Purificación, santificación y sacrificio, para tomar la cruz e ir detrás del Maestro en el caminar cristiano hacia la Patria Celestial. Esto conlleva una vida coherente con el Evangelio y sus valores, alejándose de la mentira y del odio y viviendo en la fraternidad, la verdad y paz.
- Vida martirial: El cristiano debe estar dispuesto a dar la vida por Dios y día a día, debe ofrecer su existencia como ofrenda agradable al Padre, expeliendo el buen olor a Cristo.
- Reverencia y adoración ante el Misterio celebrado: El creyente debe cultivas estas actitudes, que lo llevan a manifestar que está ante la presencia del mismo Dios, entrando en el tiempo sagrado, donde hay un contacto claro con la Divinidad y su misterio salvífico de amor y misericordia.
- Obediencia fiel y humilde a la Tradición y al Magisterio: El cristiano debe recordar que él ha recibido una tradición que viene del mismo Señor, que ha pasado de generación en generación; él a su vez, debe transmitirla fidedignamente. Pues, entrega y enseña la Palabra del mismo Dios.
- Amor y fraternidad: La Eucaristía es el corazón y amor de la Iglesia, pues es la presencia permanente del amor humano – divino, Cristo. Por lo que, el cristiano debe convertir su corazón al del Señor Jesús, para así convertirse en el corazón y amor de la Iglesia, a imagen de su Señor. Junto a ello, debe cultivar la fraternidad, superando las fronteras y divisiones.
- Solidaridad y servicio al bien común: “Cuando alguien pasa hambre, el creyente no puede vivir en la abundancia”, estas palabras deben llevar a la dimensión social de la espiritualidad de la misión desde la Eucaristía. El fiel no puede vivir en la opulencia, ni en la comodidad, mientras sus hermanos mueren de hambre, o pasan graves necesidades. Esto lleva a pensar en las desigualdades sociales que se dan entre los mismos cristianos ¿acaso no todos se alimentan del mismo Pan y del mismo Cáliz? A pesar de todo, así hay crudas diferencias, que son escándalos para los cristianos y para el mundo entero, pues el Evangelio debe impregnar todas las esferas sociales.
Para finalizar, se debe recordar que la Eucaristía no está dirigida como tal al despertar misionero de la fe, sino se halla en su interior, la alimenta, pues mira primariamente a Dios e implica a los hombres en esta mirada, y los asciende a la “estancia superior”, moviendo al cristiano a agradar en todo al Señor, con una vida coherente y fiel, incluso, siendo capaces de dar su vida, por fidelidad a Dios y a su Evangelio; para así, reflejar la luz de Cristo en el mundo, como la luna refleja la luz del sol en la oscuridad de la noche.