Hermanos en Jesucristo:
El Miércoles de Ceniza inicia; la Cuaresma, orientada a la celebración de la Resurrección del Señor. El Papa Francisco ha escrito un mensaje para “ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia”. El Evangelio inspirador es “al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría” (Mt 24,12). En efecto, “algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio”.
Los falsos profetas son “«encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren”. Oros son los “«charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles”. Esto “no es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas”.
El influjo del demonio y los falsos profetas apaga la caridad del corazón, dejándolo frío e insensible ante los demás. “Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas”.
“¿Qué podemos hacer? La Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno”. La oración nos descubre el engaño de nuestras mentiras. La limosna nos libera de la idolatría del dinero y nos abre a los demás. El ayuno nos ayuda a obedecer la voluntad de Dios, el único que sacia nuestra hambre.
Para prepararnos a participar de la victoria de Cristo resucitado, durante Cuaresma hay que frecuentemente confesarse y repetir la oración: Señor, solo “de ti procede el perdón” (Sal 130,4).
En la noche de Pascua participaremos del “rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»”, así, “después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad”.
+Francisco Javier
Obispo de Villarrica