Esta semana compartimos el mensaje de nuestro pastor, Mons. Francisco Javier Stegmeier, quien se refiere a la creciente llegada de hermanos extranjeros a nuestro país. Con esperanza, acogida e integración, podemos hacer de nuestro país una nación culturalmente más rica y fecunda.
«Hermanos en Jesucristo:
En esta Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco nos ha dado un mensaje centrado en los migrantes y refugiados. Hasta hace poco esta realidad nos parecía lejana. Sin embargo, nuestra Región y particularmente nuestra ciudad de Villarrica vio de repente la presencia de muchos hermanos haitianos.
El Papa recuerda “a los más de 250 millones de migrantes en el mundo, de los que 22 millones y medio son refugiados. Estos últimos son hombres y mujeres, niños, jóvenes y ancianos que buscan un lugar donde vivir en paz”. Muchos de ellos incluso arriesgan sus vidas en la búsqueda de mejores condiciones de vida.
Una especial responsabilidad en la acogida de migrantes y refugiados les cabe a las autoridades civiles, encargadas de la buena administración de los recursos económicos y materiales aportados por todos los ciudadanos a través de los impuestos. La llegada de estas personas requiere una primera instancia que les asegure condiciones dignas de vida: alojamiento, alimentación, vestido, salud y asesoramiento para su armoniosa integración en la sociedad.
En una segunda instancia, los migrantes y refugiados deben desarrollar sus capacidades para el propio sustento y para aportar a la tierra que los recibe, pues ellos “no llegan con las manos vacías: traen consigo la riqueza de su valentía, su capacidad, sus energías y sus aspiraciones, y por supuesto los tesoros de su propia cultura, enriqueciendo así la vida de las naciones que los acogen”.
Hay que “reconocer que todos, tanto emigrantes como poblaciones locales que los acogen, forman parte de una sola familia, y todos tienen el mismo derecho a gozar de los bienes de la tierra, cuya destinación es universal”. El Papa nos propone cuatro acciones al alcance de todos para asegurar la paz social en la convivencia con migrantes y refugiados.
“Acoger”: debemos ponernos en el lugar del otro, no tratándolo como un intruso, sino salvaguardando su dignidad personal de situaciones peligrosas en la patria de origen y que por eso no pueden regresar a ella todavía. “Proteger”: hay que evitar todo tipo de discriminación injusta y posibilidades de abusos contra personas desvalidas e indefensas, pues “el Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda” (Sal 146,9). “Promover”: hay que apoyar el desarrollo integral de los migrantes y refugiados. Por último, integrar”: es decir, que ellos participen plenamente en la vida de la sociedad que les acoge, “pues, ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios” (Ef 2,19)».
+Francisco Javier Stegmeier Sch.
Obispo de Villarrica