Hermanos en Jesucristo:
En el inicio de la primavera, tan llena de esperanza, recordamos la historia patria, contemplamos nuestro presente y pensamos en el futuro. Es también el tiempo propicio para orar por Chile, como de hecho cada año lo hacemos el último domingo de septiembre.
Nuestra patria se proyecta hacia el futuro. No puede ser de otro modo, porque es lo que tenemos por delante. Tendemos a pensar el futuro con esperanza. Por eso seguimos trabajando cada día. Esa esperanza de que lo mejor está por venir hace que las personas se esfuercen por estudiar, sacar una carrera, iniciar una actividad laboral, formar una familia, llevar adelante iniciativas de desarrollo social…
Pero para que efectivamente el futuro sea mejor, es necesario avanzar no de cualquier modo, sino que eligiendo los medios más adecuados para alcanzar la meta propuesta. El deseo de todos es llegar a construir una sociedad en la que se viva la fraternidad. Sin embargo, la percepción de muchos es que pareciera que en vez de avanzar estamos retrocediendo. Algo nos está pasando que la sociedad chilena está más violenta, agresiva y desconfiada.
Desde distintas perspectivas se pueden dar respuestas convergentes y complementarias a las causas de la actual situación social y también aportar soluciones. Pero esas respuestas y soluciones no serán suficientes, incluso pueden ser contraproducentes, si no se considera a Dios como el fundamento último de la vida personal y social. En efecto, “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 126,1).
Pero, precisamente, como la renovación depende de Dios, podemos mirar con esperanza el futuro. Florecerá una nueva primavera para Chile de la que brotará una nueva vida llena de frutos de justicia, paz y fraternidad. En el corazón de tantos chilenos está la convicción de que vendrán tiempos mejores en la medida en que volvamos a Cristo. Los cristianos sabemos que cuando nuestra Patria retorne a Él, entonces se cumplirán las palabras del Profeta: “Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra (…). Vayamos, caminemos a la luz del Señor” (Is 2,4-5).
Nuestra esperanza es cierta cuando decimos que de Cristo vendrán todos los bienes que llevarán a su plenitud a cada persona y a la entera sociedad en sus anhelos de verdad, justicia, paz, amor y felicidad. El Señor nos conceda ser hoy cristianos de fe vigorosa que, por amor, vayamos haciendo realidad nuestra esperanza de un Chile mejor.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica