Hermanos en Jesucristo:
La celebración de la Virgen del Carmen nos recuerda las raíces católicas de nuestra Patria y el anhelo de que se reconozca a Cristo como el radical y definitivo configurador de nuestra unidad nacional. Es lo que decimos al cantar a María: “Quieres formar de Chile un pueblo para Dios. Guíanos, Madre nuestra, llévanos a Jesús”. Es lo que nos dice la Virgen respecto a Cristo: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).
En Chile la devoción a la Virgen del Carmen viene desde antes de la independencia nacional. Pero con ocasión de la reorganización del Ejército Libertador, se reafirma la devoción del pueblo chileno por la “Carmelita”. El Ejército de Chile decidió poner bajo su protección nuestra independencia. La razón era que los soldados chilenos llevaban el escapulario de la Virgen del Carmen y muchos oficiales eran miembros de su Cofradía.
Se destaca la personal devoción de Bernardo O’Higgins a la Virgen del Carmen. Su profunda fe católica le llevaba a rezar el Rosario en la noche con sus soldados y a participar con ellos en la Misa dominical. No es de extrañar que antes de cruzar Los Andes se haya hecho una procesión con la Virgen del Carmen y se haya celebrado la Misa. La edificación del Templo Votivo de Maipú obedeció al clamor de fe del pueblo chileno que refrendó la decisión del Padre de la Patria.
La independencia nacional y la conciencia de los chilenos de pertenecer a un mismo país se vieron definitivamente asentadas con la Guerra del Pacífico. De nuevo los patriotas se encomendaron a la maternal protección de la Virgen del Carmen y piden su intercesión ante su Hijo Jesús para alcanzar la victoria. Ejemplo de ello es que todos los tripulantes de la Esmeralda, incluyendo a Arturo Prat, tenían puesto el escapulario del Carmen.
Es verdad que Chile independiente, aunque fue confesionalmente católico, nunca ha sido una sociedad que, como tal, haya reconocido plenamente a Cristo como su Señor, impregnando con la fe sus costumbres, instituciones y leyes, pues los principios del liberalismo ilustrado ya estaban germinando en la cultura del siglo XIX.
La celebración de la Virgen del Carmen es una luz de esperanza en medio de un país que avanza a pasos agigantados hacia su propia descomposición social, deshumanizándose cada vez más en la misma medida en que se descristianiza. Nuestra esperanza cierta es que Cristo será reconocido por todos los chilenos como el Señor, abriendo “a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo” (San Juan Pablo II).
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica