Hermanos en Jesucristo:
Después de la Virgen y de San José, Adviento destaca a Juan Bautista, el precursor del Mesías, que es el anunciado de antiguo y el esperado de las naciones. En el segundo Domingo de Adviento el mensaje es: “Conviértanse, porque ha llegado el Reino de los Cielos” (Mt 3,2). Es una llamada a la conversión para estar preparados cuando Cristo venga de nuevo.
Nuestra espera de la Parusía, es decir, del glorioso advenimiento de Jesús en la consumación de la historia, se traduce en la austeridad, virtud propia de quién espera la inminencia de un gran acontecimiento. La llamada que nos hace San Juan Bautista es a estar siempre preparados para el encuentro con el Señor, porque “nadie sabe el día ni la hora” de cuándo sucederá (Mt 24,36).
Una condición para estar preparados es la conversión al Señor. El tenor espiritual de Adviento es el de la esperanza y la alegría por la cercanía del Salvador. Para ello este tiempo trae consigo la gracia de suscitar en los fieles más intensamente la oración y la escucha de la Palabra de Dios, la austeridad, la confesión sacramental y la participación en la Misa dominical.
Una intensa vida religiosa animada por el Espíritu Santo, como en la Virgen María, nos llevará a mirar con los ojos de la fe cómo el Señor va realizando algo nuevo en nuestro corazón. Es una gracia que suscita en nosotros la esperanza de nuestra propia conversión y la superación de pecados y defectos que nos dañan y afectan a los hermanos.
Es también una gracia vivificadora que renueva todo el ser de la persona y la capacita para cumplir los mandamientos de Dios, de los cuales el más importante es: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente y al prójimo como a ti mismo” (Mt 22,37.39).
En medio de este mundo, los cristianos hemos de ser testigos de la vida nueva del Espíritu Santo, hecha posible por la venida de Jesucristo y que alcanzará su plenitud en el Cielo. El Señor nos envía para anunciar el Evangelio, fuente de alegría y esperanza.
+Mons. Francisco Javier Stegmeier.
Obispo de Villarrica.