Hermanos en Jesucristo:
Dice Jesús: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22,21). Solo hay un Dios y solo Él es el Señor de todas las cosas. “Yo soy el Señor y no hay otro; fuera de mí no hay dios” (Is 45,5).
Todo hombre debe dar a Dios lo que es de Dios. A Dios se le debe conocer, amar, adorar, obedecer, servir, anunciar a los demás. De esto depende la felicidad del hombre.
Cuando se dice “den al César lo que es del César”, hay que entender que debemos obedecer a toda autoridad legítima cuando establece una normativa también legítima, es decir, que se ordena al fin último, que es Dios. Y cuando se dice “den a Dios lo que es de Dios”, hay que entender que todos debemos obedecer a Dios.
Y como el César no es Dios, él también tiene que darle a Dios lo que le es debido, es decir, reconocerlo como Señor, origen de toda autoridad terrena y obedecerle. En cualquier sociedad el primero que debe estar sometido a Dios es quien detenta el poder de la autoridad. Esto es así, precisamente porque su poder le viene de Dios, lo debe usar según Dios y tendrá finalmente que rendir cuenta a Dios. Así dice Jesús a Pilato: “No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba” (Jn 19,11).
No hay separación entre el poder de Dios y el poder humano. Aunque son dos dimensiones distintas de la realidad, no son dos realidades separadas. Ambas dimensiones van siempre unidas, debiendo estar la autoridad del César subordinada y orientada a la de Dios.
El César representa aquí a toda autoridad humana, entre otras, la del padre y la madre, del profesor, del político, del presidente, del juez y del empleador. Si alguno de ellos se apartase del camino de la verdad, del bien y de la justicia e incitase a sus súbditos a hacer lo mismo, debemos recordar que “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29).
En este caso, no se debe obediencia, precisamente porque no puede haber separación ni contradicción entre lo que dice Dios y lo que dicen las autoridades políticas. A lo largo de la historia, los mártires han sido el mejor ejemplo de cómo se ha de entender y vivir esta enseñanza de Jesús.
Recordemos a los primeros mártires, pero también a todos los testigos de la fe de todos los tiempos. Un testimonio paradigmático es el de Santo Tomás Moro, un político, quien por obedecer a Dios antes que a los hombres fue asesinado por orden del rey de Inglaterra Enrique VIII. Hoy dar a Dios lo que es de Dios se da entre los objetores de conciencia frente a la ley ilegítima e inicua del aborto.
Una Constitución también debe darle a Dios lo que es de Dios, reconociendo y respetando sus derechos.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica