Hermanos en Jesucristo:
En Belén ha nacido Jesús, el Mesías, y con Él nace la alegría mesiánica. Los cristianos tenemos motivos para ser los hombres más felices y dichosos. Cristo, el eterno Dios, se ha hecho hombre para salvarnos.
En nosotros, los cristianos, se cumplen las promesas del Señor: “Los redimidos del Señor volverán, entrarán en Sión entre aclamaciones, y habrá alegría eterna sobre sus cabezas. ¡Regocijo y alegría les acompañarán!“ (Is 51,11).
Compartamos la alegría de la Virgen María al contemplar al Niño Jesús recién nacido: “¡Lanza gritos de gozo, Hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo corazón, Hija de Jerusalén!“ (Sof 3,14). Con María digamos: “Se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador” (Lc 1,47).
Escuchemos con la misma fe de los pastores de Belén el anuncio de Los Ángeles: “No teman, pues les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,10-11).
Hermanos, no andemos tristes. Al contrario, porque nació nuestro Salvador, “estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres” (Fil 4,4).
En Cristo, miremos con esperanza el futuro. Iniciemos el Año Nuevo, que en lo humano será ciertamente incierto e inestable. Pero Cristo viene a hacer nuevas todas las cosas. Él nos dice también hoy: “Mira que hago un mundo nuevo” (Ap 21,5).
Cada Año Nuevo es esperanza de una vida nueva y de una sociedad nueva. Cristo vino para cumplir su promesa en este mundo, en nuestra historia y con todos los pueblos sin excepción: “Pues he aquí que yo creo cielos nuevos y tierra nueva… habrá gozo y regocijo por siempre jamás por lo que voy a crear… Me alegraré por mi pueblo, sin que se oiga allí jamás llanto ni quejido” (Is 65,17-19).
Encomendemos este Año Nuevo a Cristo. Pidámosle que seamos instrumentos de su Reino eterno y universal: de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz.
“La alegría del Señor es nuestra fortaleza” (Ne 8,10). Feliz Navidad y un bendecido Año Nuevo.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica