Hermanos en Jesucristo:
Oremos por el eterno descanso del Papa Benedicto XVI, quien dijo de sí mismo ser “un trabajador sencillo y humilde en la viña del Señor”.
Si algo caracterizó al Papa Benedicto fue precisamente la humildad, que es “andar en verdad”, es decir, reconocerse a la luz de Dios como criatura suya, infinitamente amada por Él, pero a la vez marcada por el pecado de nuestros primeros padres, y, por ello, necesitada de la redención de Cristo.
Por eso, el Papa pudo decir: “Dios nos ama. Esta es la gran verdad de nuestra vida y que da sentido a todo lo demás. No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios”.
El Papa Benedicto, caracterizado por los dones del Espíritu Santo de entendimiento, sabiduría, ciencia y consejo, penetró como pocos en los misterios de Dios y en su plan de salvación. El Papa sabía que estaba dotado de muchas virtudes y de una inteligencia excepcional. Pero siempre reconoció que esto es un don de Dios, para su mayor gloria y bien de los hombres.
Él se dispuso a servir con todo su ser la voluntad del Señor. Al ser elegido Papa dijo: “Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea Él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia”.
Su renuncia como Papa es el mejor testimonio de la verdad de su humildad, de saber que vino a servir y no a ser servido y de haberse convertido en siervo de los siervos de Dios.
El Papa Benedicto amó y sirvió a la Iglesia. Comprendió que es un misterio que depende del Señor, no de nosotros: “La Iglesia está viva porque Cristo está vivo, porque Él ha resucitado verdaderamente”.
El Papa murió diciendo: “Jesús, yo te amo”. Esta frase resume toda su vida, su obra, su magisterio y ministerio. Oremos para que el Señor lo colme de la alegría de su amor por todo la eternidad, en donde no cese de decir: “Jesús, yo te amo”.
+Mons. Francisco Javier Stegmeier.
Obispo de Villarrica.