Hermanos en Jesucristo:
El viernes pasado, el Papa Francisco presidió una oración pidiendo al Señor que venga en nuestro auxilio, nos aumente la fe y nos quite el miedo.
El Papa nos dijo: “Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas”.
Como a los discípulos del Evangelio, hoy también nos pregunta Jesús: “¿Por qué tienen miedo? ¿Aún no tienen fe?” (Mc 4,40). El Papa, en representación nuestra, dice al Señor: “Tu Palabra nos interpela y se dirige a todos. En nuestro mundo, que Tú amas más que nosotros, hemos avanzado rápidamente, sintiéndonos fuertes y capaces de todo. Codiciosos de ganancias, nos hemos dejado absorber por lo material y trastornar por la prisa. No nos hemos detenido ante tus llamadas, no nos hemos despertado ante guerras e injusticias del mundo, no hemos escuchado el grito de los pobres y de nuestro planeta gravemente enfermo. Hemos continuado imperturbables, pensando en mantenernos siempre sanos en un mundo enfermo”.
Hoy el Señor nos llama a creer en Él y a convertirnos a Él: Señor nos pides “ir hacia ti y confiar en ti. En esta Cuaresma resuena tu llamada urgente: Conviértanse, «vuelvan a mí de todo corazón» (Jl 2,12)… Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”.
Tenemos que reconocer que somos pecadores y que sólo Jesucristo nos puede salvar: “El comienzo de la fe es saber que necesitamos la salvación. No somos autosuficientes; solos nos hundimos. Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza”.
El Papa Francisco nos invita a confiar en el Señor, a cuidarnos y a cuidar al prójimo: “En su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza”.
“Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Pero tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: «No tengan miedo» (Mt 28,5). Y nosotros, junto con Pedro, descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas” (ver 1 P 5,7)”.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica