Hermanos en Jesucristo:
Lo que lentamente venía gestándose y manifestándose desde hace más de dos siglos en nuestra historia nacional, se ha puesto aún más en evidencia desde octubre del año pasado con ocasión la violencia social: la sociedad chilena ha perdido el Norte.
Por alguna razón se perdieron aquellos principios comunes que nos unificaban a todos como chilenos, conscientes cada uno de ser parte de un todo, más allá de las diferencias que no impedían sumarse a un proyecto común, del cual todos nos sentíamos responsables.
Un primer principio unificador fue por mucho tiempo la fe de todos los chilenos en Jesucristo en la unidad de la enseñanza de la Iglesia Católica. Este fundamento comenzó a resquebrajarse con las ideas ilustradas y el liberalismo ideológico.
Un segundo principio unificador era el común reconocimiento de aspectos básicos del orden natural, inscritos en la naturaleza de las cosas por el acto creador de Dios. Todos, creyentes y no creyentes, reconocían al matrimonio como una entidad fundada en la unión de un hombre y de una mujer, en vistas a la constitución de una familia formada con el nacimiento de los hijos. También había un respeto transversal del sentido de la autoridad de padres, profesores, carabineros, jueces, dirigentes sociales, políticos y religiosos, con el consecuente respeto a sus decisiones y al Estado de Derecho. Familia y autoridad eran vistas como fundamento sin el cual no podría haber orden social. Ambos han sufrido un considerable menoscabo en los últimos decenios como efecto de una cultura marcada por el relativismo.
Un tercer principio unificador era sentirse herederos de una historia común, incluyendo el aporte hispánico y las gestas de los “Padres de la Patria” y los héroes nacionales, como Arturo Prat. Vemos cómo se ha generado una corriente de revisionismo y de reinterpretación de la historia patria desde una perspectiva marxista con un afán de arrancar de raíz, especialmente entre las jóvenes generaciones, cualquier referencia a un pasado que explique nuestro presente y nos proyecte hacia el futuro.
El así llamado “estallido social” en Chile es efecto de lo anterior y es síntoma, uno entro otros, de una sociedad en desintegración y descomposición. También la pandemia del COVID-19 nos indica lo mismo. ¿Por qué? Porque de un modo muy particular la dirigencia política, con honrosas excepciones, ha mostrado no estar a la altura de la crisis sanitaria que nos afecta a todos los habitantes de Chile. No es un problema simplemente de no poder unir voluntades. Esto no se logra, porque el problema de fondo es que se ha perdido el Norte.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica