Hermanos en Jesucristo:
Estamos en el Mes de la Patria, que siempre ha sido ocasión de unirnos como chilenos al reconocernos parte de un todo, con un origen común y con un proyecto de futuro como país, pensando en el bien de la comunidad, sin exclusión de nadie.
Desde los inicios de las Fiestas Patrias han sido dos los signos principales presentes en nuestras celebraciones: los signos patrios del Himno Nacional, la Bandera y la Cueca y la celebración del Te Deum.
Reconocerse como chilenos en ambos signos y respetarlos es expresión de sentirnos integrados en lo que llamamos la Patria. Al contrario, la ausencia de este reconocimiento y respeto es expresión de algo mucho más profundo. Es manifestación de la culminación de una progresiva desafección de aquello que hemos entendido y vivido los chilenos durante más de doscientos años.
Siempre ha habido diversas miradas respecto a la modalidad de implementar políticas contingentes para el bien común, pero hasta cierta época de la historia nacional había un consenso implícito de reconocer el trasfondo cristiano de la concepción de lo que es la persona, el matrimonio, la familia, la educación, la sociedad… Es decir, prevalecía, más o menos, la antropología cristiana.
Sin embargo, es preocupante los claros indicios del profundo y radical cambio de paradigma que se está planteando de parte de algunos. Hay sectores que quieren plasmar en una nueva Constitución el progresivo alejamiento de los principios fundantes de la sociedad chilena. Así, por ejemplo, se dice que se debe pasar de una Constitución antropocéntrica a una ecocéntrica, en donde se desconoce la trascendencia de la dignidad de la persona humana, creada a “imagen y semejanza de Dios”.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica