Hermanos en Jesucristo:
El solsticio de invierno, en el que se da el día más corto y la noche más larga, se convierte en signo de esperanza. Es notorio en el hemisferio sur que a partir de esta fecha disminuye paulatinamente la oscuridad y aumenta la luz. Muchos pueblos han visto en este hecho de la naturaleza un prodigio que manifiesta de algún modo la presencia de Dios que conduce todas las cosas según un designio providente.
Así, cuando San Pablo, se dirige a los atenienses -que aún no conocen al Dios vivo y verdadero revelado plenamente en Jesucristo-, les dice: “El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, que es Señor del cielo y de la tierra (…), que a todos da la vida, el aliento y todas las cosas. El creó, de un solo principio, todo el linaje humano, para que habitase sobre toda la faz de la tierra fijando los tiempos determinados y los límites del lugar donde habían de habitar” (Hch 17,24.25.26).
En muchos lugares los pueblos originarios celebran el año nuevo. Entre nuestros hermanos mapuches esta celebración recibe el nombre de “we tripantu”, que significa “año nuevo” o “retorno del sol”. Es el comienzo de un nuevo ciclo que señala que hay que comenzar a preparar la tierra, arar, sembrar la semilla, con la esperanza de que vendrá una cosecha abundante de frutos.
Así como para el 1 de enero, siguiendo una costumbre del hemisferio norte, nos enviamos saludos, deseándonos un año lleno de prosperidad, también es lo que deseamos a nuestros queridos hermanos mapuches en el día del “we tripantu”. Por lo demás, es lo que deseamos a todos quienes habitamos en el sur del planeta.
Con ocasión de esta fecha, podemos aplicar a nuestra Región de La Araucanía lo que el Papa Francisco dijo en Querida Amazonía: “Donde existe una relación tan estrecha del ser humano con la naturaleza, la existencia cotidiana es siempre cósmica. Liberar a los demás de sus esclavitudes implica ciertamente cuidar su ambiente y defenderlo, pero todavía más ayudar al corazón del hombre a abrirse confiadamente a aquel Dios que, no sólo ha creado todo lo que existe, sino que también se nos ha dado a sí mismo en Jesucristo” (41).
Porque “todo fue creado por Cristo y para Cristo” (Col 1,16) y todo le ha sido dado por su Padre (ver Mt 11,27), entonces “todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio” (Fil 4,8) en la cultura mapuche, alcanza en Cristo todo su sentido y ordenación a la vida eterna. La Iglesia “no desprecia nada de lo bueno que ya existe en las culturas amazónicas -en nuestro caso, mapuche-, sino que lo recoge y lo lleva a la plenitud a la luz del Evangelio” (66).
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica
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