Hermanos en Jesucristo:
Hemos iniciado el “Mes de María”, este año con la novedad de celebrarlo en el contexto de la pandemia. Muchas consecuencias se pueden sacar de lo que es el COVID-19 desde muy distintos puntos de vista. El Señor que todo lo dispone con su Providencia hace que todo tenga su razón de ser. En efecto, quienes vivimos de la fe “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio” (Rm 8,28).
Pidamos al Señor la gracia de comprender por qué Él permite que vivamos esta experiencia del COVID-19. En este sentido, siempre es actual y aplicable a toda circunstancia las primeras palabras de Jesús a las multitudes: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15).
Siempre es necesario convertirse, porque somos pecadores, y creer en el Evangelio, porque solo en Cristo está el perdón de los pecados, la salvación y la vida eterna.
La Virgen María, con su ejemplo y su palabra, nos da un mensaje que nos debe orientar en todo momento y situación, sobre todo cuando nos visita el dolor y la incertidumbre.
Lo primero es decir como Ella: Señor, “hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). María es quien escucha la Palabra de Dios y cree en ella. Por eso se le pudo decir: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1,45). Basta con leer las palabras de la Virgen en el Magnifícat en Lucas 1,46-55, para darnos cuenta del gran dominio que Ella tiene de la Palabra de Dios. Durante este Mes de María, además de las oraciones propias, sigamos el ejemplo de la Virgen leyendo y meditando las Sagradas Escrituras.
Lo segundo es escuchar a María, quien siempre nos dice: “Hagan todo lo que Jesús les diga” (Jn 2,5). En estas palabras, la Virgen María refleja la perfecta obediencia a su Hijo que Ella misma vive y que nos aconseja a nosotros vivir, pues es el único camino que conduce a la plena felicidad.
En tiempo de pandemia y de crisis social, con toda la incertidumbre que ello conlleva, se experimenta en carne propia la fragilidad de la humana condición, la precariedad de los apoyos terrenos y la impotencia frente al mal que nos acecha.
En estas circunstancias es cuando mayor sentido adquiere la súplica dirigida a la Virgen María cada vez que rezamos la oración del Ave María: “Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte”. A Ella le pedimos que interceda por nosotros ante su Hijo, Jesucristo. Este año pidamos especialmente por el fin de la pandemia, la conversión de nuestros corazones y la paz en Chile.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica