Hermanos en Jesucristo:
Hoy, 18 de mayo, se cumplen cien años del nacimiento de Karol Wojtyla, más conocido como Juan Pablo II. Recordemos que a dónde él iba, las multitudes le decían: “Te quiere todo el mundo”. Esta aclamación puede ser tomada casi en sentido literal, porque este Papa abarcó todos los confines de la tierra en sus viajes apostólicos anunciando a Cristo como el Redentor del hombre, llegando a reunirse con millones de personas, como nunca nadie en toda la historia.
El Señor preparó desde muy temprano a Karol para la gran misión a la que estaba llamado. Su fe en Cristo se fue fortaleciendo por medio de las pruebas y del dolor. Siendo muy joven perdió a sus padres y a su hermano y, además, sufrió la opresión totalitaria del nazismo y del comunismo.
Para ser sacerdote tuvo que estudiar en la persecución y en la clandestinidad, a la par que realizaba el duro trabajo como obrero en una cantera. Su ordenación sacerdotal también tuvo que ser a escondidas y en solitario en lo oculto de una pequeña capilla.
En tal situación, el futuro Papa fue experimentando la presencia de Cristo en su vida como luz interior, alegría espiritual, fortaleza de ánimo y ardor apostólico. Ante la ausencia física de sus seres queridos, Cristo se convirtió vitalmente en su Señor, en su Amigo y Maestro, en su Compañero de ruta. En la intimidad de la oración se fue fraguando en él un corazón enamorado de Cristo e inflamado en las ansias de anunciar su Evangelio por todas partes.
Al asumir como Papa, con su potente voz le dijo al mundo: “¡No tengan miedo! ¡Abran, sí, abran de par en par las puertas a Cristo!”. Todo el ministerio de San Juan Pablo II tuvo como centro a Jesucristo y el amor misericordioso de su Corazón por toda la humanidad. Aún resuena en nuestros oídos su grito ante miles de jóvenes diciendo que a quien se debe mirar siempre es a Cristo: “Miradlo a Él”.
La centralidad de la misericordia en el corazón y en la predicación de San Juan Pablo II lo llevó a decir en Chile: “El amor es más fuerte”. Es decir, en el amor de Cristo está la certeza del triunfo final del bien por sobre el mal. En tiempos difíciles, la fe en la misericordia del Corazón de Cristo es el fundamento de nuestra esperanza cristiana.
La fe de San Juan Pablo II en Cristo le llevó a tener una tierna devoción a su Madre, la Virgen. Por eso su lema como Papa fue “Todo tuyo”, María.
En este día, digamos al Señor: “Oh, Dios, rico en misericordia, que has querido que San Juan Pablo, papa, guiara toda tu Iglesia, te pedimos que, instruidos por sus enseñanzas, nos concedas abrir confiadamente nuestros corazones a la gracia salvadora de Cristo, único Redentor del hombre”.
+ Mons. Francisco Javier Stegmeier
Obispo de Villarrica