Hermanos en Jesucristo:
Hoy celebramos a la primera santa nacida en América, Rosa de Lima, el año 1586. Aunque su nombre era Isabel, comenzaron a llamarla “Rosa” debido a su rostro extraordinariamente hermoso, como si fuese la más bella flor.
Si el Señor la creó tan agraciada físicamente, mucho más la hizo hermosa por la gracia que santificó su alma. Vivió siempre unida a Cristo, haciéndolo su único Esposo, a quien le entregó todo el amor de su corazón. Por su belleza, muchos querían casarse con ella. Uno de los pretendientes pertenecía a la clase alta, pero Santa Rosa, aún siendo pobre, lo rechazó porque quería permanecer virgen para Cristo.
Rosa vivió siempre entregada al Señor y fue muy querida por todos por su bondad, su amor a los más pobres, especialmente a los enfermos y a los indígenas. Además era una gran misionera, anunciando a Cristo con valentía y ardor.
El apostolado de Santa Rosa tiene a Cristo como fuente, con quien se mantenía siempre unida por la frecuente recepción de los Sacramentos, por la oración y la mortificación. Su admirable testimonio de vida cristiana, su deseo de hacer solo la voluntad de Dios y su predicación fueron motivo de conversión de muchísimas personas.
Como la gente comenzó a llamarla “Santa”, para evitar caer en la tentación de la soberbia y la vanidad, decidió pasar su vida en una pequeña habitación de su casa y salía solo para participar en la Misa o realizar el apostolado de visitar enfermos.
Es verdad que a su intercesión ante el Señor se deben muchos milagros. Pero lo que más hemos de pedirle en la oración es que recibamos la gracia de amar al Señor como ella lo hizo.
Murió el 24 de agosto del año 1617 a la edad de 31 años.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica