Hermanos en Jesucristo:
El Domingo que viene da inicio al Adviento, que nos recuerda lo acontecido en Belén y nos orienta hacia el futuro, en la espera de la segunda venida del Señor. Nuestra salvación tiene como culminación la encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María. Dios pudo nacer en un pesebre porque se hizo hombre.
Quienes creen “que Jesucristo ha venido en carne” (1 Jn 4,2) y “los que hayan esperado con amor su Manifestación” (2 Tm 4, 8), han de ser conscientes del gran don de conocer a Aquel que es la Salvación del mundo y el Príncipe de paz.
El hombre y el mundo necesitan de la redención de Cristo. En efecto, “el hombre creado para la libertad lleva dentro de sí la herida del pecado original que lo empuja continuamente hacia el mal y hace que necesite la redención. Esta doctrina no sólo es parte integrante de la revelación cristiana, sino que tiene también un gran valor hermenéutico en cuanto ayuda a comprender la realidad humana” (San Juan Pablo II).
La venida de Cristo, Redentor del hombre, abre las puertas para la verdadera esperanza de vivir la plenitud personal, alcanzar un mundo mejor y superar la muerte a través de la vida eterna. Entre la primera y la segunda venida del Señor se desarrolla el tiempo de la Iglesia y de los cristianos.
La persona redimida por Cristo y en expectante espera de su segunda venida, por la acción del Espíritu Santo, recibe la misión de ser luz, sal y levadura del mundo. El Espíritu Santo siempre suscita frutos de santidad y misión. Un mundo sin esperanza, agobiado por la inseguridad y sin perspectivas de trascendencia necesita que se le anuncie el Evangelio de Cristo.
Los cristianos tenemos como vocación ser apóstoles de Cristo, de modo que todos los hombres lo conozcan, amen y sigan y que “todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvan” (Dn 7,14). La Iglesia nace para propagar el Reino de Cristo.
Adviento trae consigo la gracia de la esperanza y la alegría del Señor. Pidámoslas como el gran regalo que nos traiga el Niño Jesús.
+Mons. Francisco Javier Stegmeier.
Obispo de Villarrica.