Hermanos en Jesucristo:
Dentro de poco celebraremos a Todos los Santos y conmemoraremos a todos los fieles difuntos. La Liturgia de la Iglesia expresa de este modo la fe en aquellas realidades reveladas por Dios que están más allá de esta vida.
Todos tenemos la experiencia de la muerte. Cada día nos enteramos de la muerte de algún conocido o, en las noticias, de desconocidos. Además tenemos la certeza de que en algún momento también nosotros moriremos.
Frente a la pregunta que todos los hombres y todas las filosofías y religiones se han hecho acerca de qué es la muerte y qué hay después de ella, viene Cristo a darnos la respuesta verdadera, plena y definitiva. Cristo mismo es la respuesta, ya que Él es la Vida y es quien nos hace pasar de la muerte a la vida: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11,25).
Nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica que “los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven “tal cual es” (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4). Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama “el cielo” . El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha” (1023 – 1024).
En cambio, “los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo” (1030).
“Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno” (1033).
+ Mons. Francisco Javier Stegmeier.
Obispo de Villarrica.
