«Ha aparecido la ternura de Dios, salvadora de todos los hombres» (Tt 2,11)
El lunes 3 de diciembre en una solemne ceremonia se bendijo el pesebre del Obispado, ubicado en los jardines del edificio episcopal, contando con la presencia de gran cantidad de fieles.
La ceremonia de bendición fue presidida por monseñor Francisco Javier Stegmeier, quien en primer lugar, bendijo la corona de Adviento, ubicada junto a la imagen de Nuestra Señora del Niño que está por Nacer; luego, bendijo el pesebre e inauguró la luminaria del árbol de Navidad; posteriormente se dirigió al edificio del Seminario Mayor San Fidel para bendecir el pesebre de la casa de formación sacerdotal.
En la ceremonia nuestro Obispo expresó:
“Hoy nos hemos reunido con mucha alegría y esperanza en nuestro corazón para bendecir esta corona de adviento y este pesebre, que se ha ido preparando poco a poco, y que quiere ser un signo para nosotros del amor que nos tiene el Señor y es también un signo de la fe para tantos que pasen por este lugar.
En el Evangelio, vemos que el Señor ha querido que el anuncio de la encarnación del Hijo Eterno en el vientre purísimo de la Virgen Santísima y luego el nacimiento en Belén, fuese tan austero, uno ve en el texto evangélico, que el relato pasa rápidamente y luego sigue otra cosa. Sin embargo, eso que está simplemente dicho en tan pocas palabras, encierra un misterio tan profundo, que siempre hay que estar volviendo a él. Volver al texto bíblico y entenderlo bien, significa que el Señor nos inspire para profundizar su sentido y así entre en nuestros corazones y como lo hace la Virgen María lo meditemos. Veremos cómo el Señor irá iluminando nuestra inteligencia y también haciendo arder nuestro corazón, ante esta maravilla del amor del Señor.
Tanto nos ama el Señor que quiso estar con nosotros, tanto nos ama que quiso estar en el vientre purísimo de María la Virgen, durante 9 meses. María es Nuestra Señora del Niño que está por Nacer, la Virgen de la esperanza, la Virgen de Adviento.
El Señor queriendo darnos a conocer este misterio, quiere que tengamos estas expresiones tan hermosas de la fe en la encarnación, recordemos que el primero que hace un pesebre fue san Francisco de Asís, él inicia en la Iglesia, la tradición del pesebre. Durante 1200 años más o menos, no había pesebre, habían imágenes de la Virgen , del Niño Jesús, pero no del pesebre como nosotros lo conocemos. San Francisco de Asís fue un enamorado del Señor, de su humanidad, él entendió perfectamente qué significa que el Dios Eterno, el Verbo de Dios, se hubiese hecho hombre, habitara en medio nuestro, haciéndose el Verbo carne, él queda impresionado de que Dios tenga carne humana, que sea hombre verdadero y que haya nacido de María en Belén.
Cuando hacemos todo esto, estamos indicando que Dios tomó nuestra condición humana, él se hizo en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, y lo hace por nosotros, por nuestra salvación y por amor a nosotros. Por eso, el tiempo de Adviento quiere alentar en nuestros corazones la esperanza, Dios salva, viene a salvar, el Señor nunca se queda corto en el amor que nos tiene, siempre va a cumplir sus promesas, así como prometió antiguamente que vendría como Mesías y lo cumplió, naciendo este Mesías de la Virgen Santísima, también cumplirá su promesa de que Él vendrá, y vendrá para nuestra salvación.
La esperanza tiene que poner en nuestros corazones la alegría, mucha alegría, por eso, el Adviento es un tiempo, de mucha oración y escucha de la Palabra de Dios. Es tiempo de austeridad, de mucha alegría en el corazón. ¡Ojalá que nosotros podamos recibir al Señor!
Ustedes ven que el testimonio del cristiano es por la palabra, ojalá que un día nosotros vayamos por las calles hablando del Señor, nos pongamos en las esquinas y cantemos las alabanzas del Señor, como lo hacía san Francisco de Asís. Pero también el testimonio de la vida cristiana es la alegría católica, la alegría de ser cristianos, que la gente vea que estamos contentos a pesar de nuestras dificultades y se pregunte por qué estamos contentos, la respuesta es porque el Señor nos ama, Cristo nació en Belén, vino para darnos la vida eterna, murió en la cruz y resucitó, él es aquel que sube al cielo y está sentado a la diestra del Padre, siempre está intercediendo por nosotros, y esperamos que Él venga, para que haga de este mundo, un mundo nuevo, haga de verdad todas las cosas nuevas. Amén».