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Reflexión de Mons. Stegmeier: Satanás existe, es el seductor

Hermanos en Jesucristo:

Al inicio de la Cuaresma el Papa Francisco decía: “Satanás existe, es el seductor… Algunos dicen: ‘No, Satanás no existe, nosotros tenemos… por nuestras enfermedades materiales, espirituales, psíquicas… esta tendencia también al mal’. Es verdad que estamos heridos, somos personas heridas, pero Satanás existe, es el seductor”.

Todos estamos en peligro de ser seducidos y engañados por las astucias del demonio. Lo hizo con Adán y Eva. También lo hace con nosotros, pero astutamente, es decir, como “ángel de luz” y  “portador de luz”, que eso significa Lucifer.

El Papa, frente a la acción del demonio, advierte: “Debo defenderme de su seducción”. No es fácil darse cuenta de la seducción del demonio, porque engaña a través de apariencia de verdad, bien y belleza. Sus palabras son fascinantes, atrayentes, deslumbrantes. Son palabras que a la mayoría les parecen las más acertadas para la solución de los actuales problemas personales y sociales. Pero todo esto al precio de la apostasía de la verdad.

El mayor peligro no está cuando el demonio actúa a cara descubierta proponiendo pecados groseros, sino cuando se oculta bajo la apariencia de los mejores programas para resolver urgentes necesidades. Así lo expresaba el Papa San Juan Pablo II: “Más aún, todo este programa ha sabido suscitar en muchos la impresión de que se está de parte de Lázaro y contra el rico epulón; y, por tanto, de la misma parte en que se puso Cristo, aun estando  -como está-  sobre todo contra Cristo”.

El Papa Francisco decía: “Siempre me ha impresionado que Jesús, en la última cena, cuando reza, pide al Padre la gracia de salvar a sus discípulos de la mundanidad. La mundanidad es la atmósfera de Satanás, se mueve en la mundanidad. Está el espíritu del mundo, en Satanás es así”.

Hoy la tentación demoniaca más sutil que acecha a los cristianos es confundir el Evangelio de Cristo con los postulados ideológicos de moda promovidos por los poderosos de este mundo. La mundanidad es transformar los así llamados valores del reino en serviles esclavos del príncipe de este mundo.

El tiempo de Cuaresma trae consigo la gracia de la luz de Cristo, que por la fe nos da la lucidez para discernir cuando es realmente el Espíritu Santo quien nos impulsa o, al contrario, cuando se trata del mal espíritu.

El buen Espíritu siempre conduce a Jesucristo y a la comunión de su Iglesia. En efecto, “nadie puede decir: «¡Jesús es Señor!» sino con el Espíritu Santo” (1 Cor 12,3) y “porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres” (1 Cor 12,13).

+ Francisco  Javier

Obispo de Villarrica