Hermanos en Jesucristo:
El miércoles 21 de julio el Senado aprobó el equivocadamente llamado “matrimonio igualitario”. La tramitación del proyecto continuará en la Cámara de Diputados.
El equívoco de esta ley es la equiparación que hace entre la unión de una mujer y de un hombre y la unión de dos personas del mismo sexo. El matrimonio por su esencia y su misma etimología es heterosexual. El otro tipo de unión debe ser llamado de una manera distinta, para llamar a cada cosa por su nombre. El matrimonio verdadero no se puede identificar sin más con ninguna otra asociación entre personas.
A lo largo de la historia, la forma concreta de vivirse el matrimonio ha variado según las culturas y las épocas, pero siempre a lo largo y a lo ancho del mundo, todos han concebido el matrimonio como una relación exclusivamente entre el hombre y la mujer, incluso en el caso de la poligamia, por ejemplo.
Sabemos que en tales culturas ha habido prácticas homosexuales, más o menos validadas por la sociedad. Sin embargo, nunca se las ha reconocido como matrimonio, ya sea como realidad, ya sea como ley. La razón de esto es la obviedad de lo que es el matrimonio. Así, por ejemplo, la corporeidad del varón y la mujer está biológicamente orientada a complementarse mutuamente y solo la unión sexual entre ellos es capaz de engendrar hijos. Y, como un derecho inalienable, un hijo debe tener un papá varón y una mamá mujer.
La misma Iglesia, recurriendo a lo que es capaz de conocer la sola razón humana, a lo que dice la Palabra de Dios, es decir, la Sagrada Escritura y la Tradición, enseña que el matrimonio es la unión conyugal de un hombre y de una mujer, orientado a la ayuda mutua y a la procreación y educación de los hijos.
Esta insistencia en hablar de la verdad del matrimonio, defenderla y promoverla es lo más alejado a un capricho o a un afán de dominio. El matrimonio es heterosexual porque es lo que corresponde a la realidad de la persona humana, creada por Dios a su imagen y semejanza, pues “creó Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó” (Gén 1,27).
Esta referencia al origen divino del matrimonio explica porqué éste es un bien para cada persona y para la entera sociedad. En la historia queda en evidencia que aquellas civilizaciones que viven la verdad del matrimonio son vitales, jóvenes, expansivas. En cambio, la crisis del matrimonio y de la familia es una de las causas principales de la decadencia de las civilizaciones y de los grandes imperios, como aconteció con Roma, entre otros muchos.
La aprobación del “matrimonio” igualitario no es solución de un problema, sino que es parte del problema que estamos viniendo en Chile.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica