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Reflexión de Mons. Stegmeier: La patria de la tierra camino a la Patria del Cielo

Hermanos en Jesucristo:

En este Mes de la Patria que estamos por concluir, la Palabra de Dios nos recuerda que Dios es el origen de todo y es la consumación de todo en la plenitud de la gloria después de la segunda venida de Cristo. Entre tanto está el tiempo que se dirige como “un disparo hacia la eternidad”, en palabras de San Alberto Hurtado.

Nuestra vida futura depende de lo que sea nuestra vida hoy y aquí. Lo que se siembra se cosecha. La semilla de la Palabra de Dios está destinada a dar frutos de vida eterna.

El Señor, porque es sabio, justo y bueno, siempre siembra buena semilla. Lo hizo en la creación al hacer todo por su Palabra, pues “en Cristo fueron creadas todas las cosas” (Col 1,16).

Pero una mala tierra puede truncar su eficacia. El pecado de Adán sembró en el mundo dolor, división, muerte y condenación. Cristo vino a restaurar lo que el pecado echó a perder. “En Cristo quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por Él y para Él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz” (Col 1,19-20).

En estos tiempos que vivimos estamos en una encrucijada. Tenemos dos alternativas: volver al Señor, a su designio creador y redentor, reconociendo que todo ha sido creado para la persona humana, constituido centro de la creación, pero sabiendo que la persona humana pertenece a Cristo y que Cristo es de Dios (cf. 1 Cor 3,23).

La otra alternativa que se vislumbra es simplemente renegar de nuestro origen en Dios, desconocer nuestra razón de ser en Él, rechazar a Cristo como el Salvador y autor de la nueva creación y, finalmente, ignorar quién es la persona humana, cuál es su dignidad y su meta final.

+ Francisco Javier

Obispo de Villarrica