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Reflexión de Mons. Stegmeier: Jesucristo, Luz de las naciones

Hermanos en Jesucristo:

Solo desde la fe en Jesucristo se comprende la trascendencia de lo acontecido un 12 de octubre de 1492, fecha en la que Cristóbal Colón llega a lo que después recibirá el nombre de América.

Muchísimo se ha escrito acerca de este hecho, uno de los más importantes de toda la historia de la humanidad. Hoy quiero destacar lo que significa desde la verdad del misterio insondable de Cristo. Todos los pueblos que no conocen a Cristo están en la ignorancia de quien es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). Solo Cristo posee la vida eterna y nadie va al Padre sino es por Él, pues “no hay bajo el cielo otro nombre en quien tengamos salvación” (Hch 4,12).

El 12 de octubre no significa sólo el encuentro de dos mundos, sino que mucho más aún es la llegada del Evangelio de Cristo a personas que, aún conociendo los horrores causados por el pecado, no podían saber en dónde se hallaba el remedio.

Como toda obra humana, la evangelización, con su efecto humanizador y civilizador, ha tenido algunas sombras, pero son incomparablemente mayores sus luces. La mayor de ellas es la llegada de la misma Luz, Cristo, luz de la vida, luz que brilla en medio de las tinieblas, luz de las naciones (ver Jn 8,12).

Los cristianos conocemos a Cristo y sabemos que Él no quita ningún bien, al contrario, es la fuente de todos los bienes. La misión evangelizadora iniciada hace más de quinientos años debe ser continuada por nosotros hoy. Es una urgencia en nuestros días, dado que son muchos los que quieren desterrar a Cristo del corazón de los hombres y de los pueblos. Y ya estamos experimentando sus consecuencias.

El ejemplo de los primeros evangelizadores y la intercesión de la Virgen María nos animen a ser apóstoles de Cristo.

+ Francisco Javier

Obispo de Villarrica