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Reflexión de Mons. Stegmeier: “El que venga a mí no tendrá hambre”

 

Hermanos en Jesucristo:

El Señor prometió darnos un pan y una bebida que nos saciarían completamente: “Yo Soy el Pan de vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed” (Jn 6,35).

Cristo no se está refiriendo a un pan y a una bebida comunes y corrientes. Por eso había dicho un poco antes: “Ustedes no obren por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna” (Jn 6,27).

Ese alimento y esa bebida son Cristo mismo. Son su Carne y su Sangre. ¿Es esto posible? Los judíos, incrédulos, preguntan escandalizados: “¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” (Jn 6,52).

Ciertamente que, para quien no tiene fe, es imposible creer que sea posible que todos podamos comer la Carne y beber la Sangre de Cristo. Pero para quienes creemos en Él y en su Palabra, sabemos que para Dios nada es imposible.

Jesús insiste en que está hablando en un sentido real y concreto y no metafóricamente. En efecto, nos dice: “En verdad, en verdad les digo: si ustedes no comen la carne del Hijo del hombre, y no beben su Sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi Carne  y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día” (Jn 6,53-54).

A través del Sacramento de la Eucaristía, que la Iglesia celebra todos los días y especialmente el Domingo, el Señor sacia nuestra hambre y nuestra sed de vida eterna.

En la Última Cena, Cristo hace realidad su Palabra al decir, tomando pan y un cáliz con vino: “Esto es mi Cuerpo y esta copa es la Nueva Alianza en mi Sangre” (Lc 22,19.20).

El Domingo que viene, celebraremos el misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, para recordar que es el misterio de la fe, el alimento de vida eterna y la prenda de la esperanza en la participación en el banquete del Cielo, en el que los hombres “ya no tendrán hambre ni sed” (Ap 7,16).

Para tener vida eterna hemos de acercarnos a Cristo Eucarístico, ya que Él nos dice: “Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida” (Jn 6,55). Acerquémonos todos los Domingos a Misa y veremos que la promesa de Cristo se cumple.

+Mons. Francisco Javier.

Obispo de Villarrica.