«Hermanos en Jesucristo:
Estamos terminando un año y comenzamos otro, avanzando hacia adelante en el tiempo. ¿Hacia dónde va nuestra vida? ¿Qué sentido tiene la historia? ¿Cómo explicar el dolor y la muerte, si todos queremos ser felices y vivir para siempre? Hay preguntas que posiblemente no tengan una respuesta específica a cada situación concreta de la existencia humana. Pero sí se puede dar respuesta definitiva a las grandes inquietudes del corazón del hombre cuando se descubre que Cristo es la clave de la historia de la humanidad.
No puede ser de otro modo, “porque en Cristo fueron creadas todas las cosas, tanto en los cielos como en la tierra, visibles e invisibles; ya sean tronos o dominios o poderes o autoridades; todo ha sido creado por medio de El y para El“. (Col 1,16). Lo que hoy nos parece incomprensible de la historia universal y personal, lo comprenderemos algún día, quizá en la tierra, pero con toda seguridad en el cielo. Esto es así, pues es el Señor quien dirige todas las cosas, “hasta que ponga todos sus enemigos bajo sus pies“ (1 Cor 15,25).
El año recién pasado será recordado como aquel en que se aprobó legalmente el “crimen abominable del aborto“ y este año que comienza como el de los primeros abortos realizados bajo esta ley. No podemos acostumbrarnos a que en nuestros hospitales, quiza a pocos metros de nuestros hogares, se estén asesinando impunemente a niños, engrosando el número de más de cincuenta millones de abortos practicados anualmente en el mundo entero.
Crímenes como estos, agrabados por ser legales y aceptados socialmente, nos pueden hacer caer en la tentación de pensar que no hay nada que hacer. Sin embargo, esto no puede ser así porque a los cristianos nos anima siempre la esperanza en Jesucristo. Nada escapa a su poder ni a su providencia. Si el Señor permite terribles pecados personales y sociales es porque, en el misterio de sus designios, quiere hacernos ver que “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia“ (Rm 5,20).
Este año nuevo hemos de vivirlo en la fe en Jesucristo y en la esperanza fundada en el hecho de que “sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó” (Rm 8,28-30).
Las promesas del Señor nos animan a no desfallecer en la confianza en Él y en el anuncio de sus misericordias».
+Francisco Javier Stegmeier Sch.
Obispo de Villarrica