El sábado 8 de diciembre se celebró con devoción y amor la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María Santísima, en Villarrica – «la Ciudad de María».
A las 19 horas partió desde la parroquia San Francisco una concurrida procesión con la imagen de Nuestra Señora, por las calles de la ciudad; los fieles fueron rezando el Santo Rosario y cantando al Señor y a su Santísima Madre, siendo un gran testimonio de fe en Villarrica. Después de una hora de procesión, se llegó a la gruta de la Virgen de Lourdes, a la entrada de Villarrica, donde se celebró la Santa Misa.
En la Eucaristía, presidida por monseñor Francisco Javier Stegmeier, se entregó el alba a los seminaristas de «Primer año de Teología» del Seminario San Fidel, Jorge Raio y Manuel Jélvez, como signo de su caminar en la formación sacerdotal. El alba es una vestidura litúrgica blanca de mangas largas que cubre todo el cuerpo y se reviste sobre el vestido común. El ministro que la usa representa con esa alba la pureza que el hombre recibe por los méritos del misterio pascual de Cristo.
En su homilía, monseñor Stegmeier, se refirió al significado que tiene para los fieles la solemnidad celebrada: «Para nosotros es un signo de esperanza y alegría. Es el Señor quien quiere hacer también en nosotros maravillas como lo hizo con María Santísima. Por eso, hoy nosotros hemos de cantar un canto nuevo, porque el Señor de verdad hace maravillas».
Luego, reflexionó sobre la Santísima Virgen María como amiga de Dios: «María es aquella que habla con Dios, Él se presenta ante María, ella siempre está en oración. Desde un comienzo fue la enemiga del demonio, porque es la amiga de Dios desde su misma concepción. Nunca entró en tratos con el demonio, ni conversó con él, ni se dejó seducir por él, nunca lo escuchó. La disposición de María siempre es escuchar a Dios. María siempre es amiga de Dios, por eso, siempre es enemiga del demonio».
El Obispo de Villarrica hizo un llamado a escuchar a Dios y no al demonio, incluso en aquellos momentos de cruz: «Nosotros siempre debemos escuchar a Dios, nunca al demonio ni al mundo. Cuando tengamos dificultades y dolores, preguntémosle a Dios: “¿Qué quieres, Señor, de mí? ¿qué significa para mí esta cruz? ¿Cómo es posible que yo, queriendo ser todo tuyo, pueda estar acompañado de la cruz, del sufrimiento? Verán que siempre el Señor va a responder a nuestras inquietudes, cuando se la presentamos en la fe, en la esperanza y en el amor. La respuesta del Señor siempre será fuente de vida, de alegría y de paz. Puede ser que no comprendamos lo que quiere Dios para nuestras vidas, pero sabemos que eternamente Dios quiere para nosotros un plan maravilloso de amor y salvación. Todo está en el plan de Dios, él sabe por qué. El Señor nos dice: “Lo que te acontece es porque yo te amo, quiero tu bien, quiero que seas feliz, que tengas la vida eterna, y tengas la dicha de ver mi rostro allá en el cielo”. En cambio, si escuchamos al demonio y al mundo, veremos que la respuesta podrá ser muy hermosa aparentemente, es una seducción, engaña, y conduce a la muerte, a la tristeza y destruye nuestra vida. Los que estamos acá reconocemos que somos pecadores, tantas veces no hemos escuchado al Señor, y lo hemos desobedecido, sin embargo, estamos acá porque sabemos que el Señor nos ama, nos perdona y nos quiere conducir por un camino nuevo de vida, santidad y eternidad, confiemos en el Señor y en la poderosa intercesión de María Santísima».