En el mes de la Patria, expresamos nuestro amor y gratitud a la tierra que nos vió nacer y crecer. Es un tiempo en que se intensifica nuestra identidad como chilenos y nuestra pertenencia a una comunidad de la que todos somos parte y, a la vez, somos responsables.
La Iglesia vincula nuestros deberes para con la Patria con el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: “Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar” (Ex 20, 12). Esto nos recuerda que el fundamento último de toda vida social, incluyendo la Patria, es el matrimonio y la familia.
De algún modo se relaciona la autoridad paterna y materna con quienes tienen responsabilidad en la conducción de la sociedad. Por ello, “el poder político está obligado a respetar los derechos fundamentales de la persona humana. Y a administrar humanamente justicia en el respeto al derecho de cada uno, especialmente el de las familias y de los desheredados”.
El amor y la gratitud por Chile supone para los ciudadanos ser responsables en sus deberes sociales. La inmensa mayoría de los chilenos y de los inmigrantes somos respetuosos de los derechos de las demás personas, cuidamos lo que es nuestro, fomentamos la fraternidad y colaboramos por el bien común de todos, especialmente de los más necesitados.
Sin embargo, hay que reconocer que algunas personas y pequeños grupos están empeñados en crear ambientes conflictivos, destruir espacios comunes y transformar encuentros festivos en graves enfrentamientos. Pensemos solamente en lo que a veces acontece en partidos de fútbol que terminan en peleas, incluso con homicidios. También es penoso ver cómo un vecino con gran esfuerzo económico pinta la fachada de su casa y al día siguiente aparece rayada. O el Municipio invierte importantes recursos en hermosear la ciudad y al poco tiempo todo es vandalizado. Y cuánto más grave es el aumento de la delincuencia y los homicidios.
Pero es lo que vemos también en tantas autoridades que deberían ser modelos de virtud, sin embargo dan el mal ejemplo de la corrupción y del desprecio por la vida de los más inocentes, indefensos y vulnerables. ¡Cuántos tienen manchada su conciencia con la sangre inocente de niños asesinados en el vientre de la madre por culpa de la ley del aborto! Y a este crimen quieren agregar el asesinato de enfermos con la ley de la eutanasia.
La pregunta que se pueden hacer algunos es: Si los poderosos pueden delinquir legalmente, haciendo leyes a su medida, al margen de la ley moral, ¿porque yo no puedo delinquir, al margen de leyes hechas por hombres?
No solo desprecia la vida humana el asesino, también lo hace el gobernante y el legislador que promueve el aborto y la eutanasia, para eliminar al “indeseado”, fomentando la cultura del descarte y de la muerte.
