El Papa León XIV publicó el 9 de octubre de este año su primera exhortación apostólica, titulada Dilexi te, cuya temática es el amor a los pobres. Sabemos que el Papa León XIV hizo suyo en gran parte el texto que estaba escribiendo su predecesor, el Papa Francisco, pero que no pudo concluir porque lo sorprendió la muerte. Algo parecido pasó, a su vez, con el Papa Francisco al asumir, ya que él también hizo suya la Encíclica Lumen fidei, que el Papa Benedicto tenía casi concluida al momento de renunciar.
El hecho de que el sucesor asuma un escrito de su antecesor, aunque agregando algunas reflexiones propias, muestra la continuidad homogénea de la enseñanza de la Iglesia a través de los distintos Papas. Entre uno y otro no hay contradicciones u oposiciones, sino comunión en la verdad de Cristo y de su Evangelio transmitida a lo largo de los siglos por la Iglesia.
Dilexi te se traduce del latín al castellano por “yo te he amado”. Es una cita del libro del Apocalipsis 3,9, en que el Señor hace ver su amor a una comunidad cristiana pobre, pequeña y vulnerable. Ella no tiene importancia social ni recursos y, sin embargo, su riqueza, grandeza y fortaleza es precisamente el amor del Señor. El Papa evoca lo que ya había dicho la Virgen María: “Derribó a los poderosos de su trono y elevó a los humildes. Colmó de bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías” (Lc 1,52-53).
Se nos recuerda la centralidad del amor a los pobres en toda la historia de la Iglesia, a raíz de la identificación de Cristo con los que sufren necesidad: “Tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me recibieron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y vinieron a verme” (Mt 25,35-36).
En los dos mis años de fe cristiana, los santos han sido ejemplo de esta centralidad. Primero porque ellos se han sentido pobres ante Dios, pero al mismo tiempo amados por Él. Además, de hecho, muchos de ellos optaron por una pobreza efectiva por amor a Cristo pobre. Entre los santos, el Papa destaca a San Francisco, el pobrecito de Asís. A él “le impactó encontrarse con la realidad de los marginados”.
El Papa nos exhorta a la conversación desde Cristo. Primero, renunciando a poner nuestra confianza en las riquezas de este mundo y, segundo, procurando llevar una vida sencilla y comprometida con quienes padecen la pobreza en sus múltiples manifestaciones, ya sea material, social, moral, espiritual, cultural…
La mirada cristiana es desde la fe. Los pobres y la pobreza no son una categoría simplemente sociológica, sino que son expresión de la misma carne de Cristo. Esto nos debe mover a vivir pobremente y a acercarnos como prójimos a quien sufre algún tipo de pobreza.
