
Nos acercamos a los días santos en que contemplaremos el misterio insondable de la muerte de Aquel que es la Vida, Jesucristo. Pero, porque es la Vida, resucitó a una vida inmortal para darnos vida eterna.
El Inocente tuvo que morir por nosotros, pecadores, porque en los inicios, nuestros padres, desobedeciendo a Dios, eligieron la muerte y la condenación. ¡Qué distinto habría sido todo, si hubiesen amado a Dios por sobre todas las cosas! En efecto, la promesa es que “amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a Él, está tu vida” (Dt 30,20).
La incógnita de la muerte nos acompaña a todos. Somos víctimas del pecado. Pero, por su influencia, somos también victimarios. Nos convertimos fácilmente en fratricidas, como cuando se abalanzó “Caín contra su hermano Abel y lo mató” (Gn 4,8). Todos tenemos un corazón del “que salen los malos pensamientos, los homicidios” (Mt 15,19). Si no matamos físicamente, lo hacemos en la intención.
Elegir a Cristo como el Señor de todo mi ser, de las familias y de la entera sociedad es elegir la vida. Por el reinado de amor de Cristo se va extendiendo la “cultura de la vida”, cuya expresión más manifiesta es la promoción de los derechos de los más débiles, indefensos e inocentes de la sociedad. La “cultura de la vida”, sobre todo, protege al niño por nacer.
Pero se constata cómo en los países de larga tradición cristiana, que, sin embargo, han apostatado de Cristo, se va propagando la “cultura de la muerte”. Es una de las dimensiones de la dramática lucha entre la vida y la muerte entablada desde los orígenes de la existencia humana.
Hay íconos de la “cultura de la muerte” a lo largo de la historia. Podemos recordar, como ejemplos, la orden del faraón de matar a todos los niños hebreos recién nacidos, la matanza de los santos inocentes de Belén, el martirio de los cristianos bajo el Imperio Romano, la esclavitud de todos los siglos, las dos Guerras Mundiales, el Holocausto judío bajo el nazismo, los más de cien millones de asesinados bajo los regímenes comunistas… ¿Cuál es el ícono moderno de la “cultura de la muerte” hoy en Occidente? La legalización del aborto, máxima expresión de la “anti-cultura de la muerte”, usando palabras del Papa Francisco.
Aunque la promoción de la dignidad de la persona humana en todas las etapas de su vida, desde la concepción hasta la muerte natural, corresponde al orden natural, sin embargo, la fe en Cristo es su mejor garante. Volvamos a Cristo y se restablecerá la “cultura de la vida”. No perdamos la esperanza ni bajemos los brazos. En la larga guerra entre la vida y la muerte, ya está decidida la victoria final de la vida. Cristo es el vencedor de la muerte, y nosotros “en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó” (Rm 8,37).