Hermanos en Jesucristo:
El Evangelio es el anuncio del misterio de Jesucristo. Todas las palabras del Evangelio “han sido escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre” (Jn 20,31). El Verbo eterno al encarnarse en el purísimo vientre de la siempre Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo se hace realmente hombre, en todo semejante a nosotros menos en el pecado. Entra en la historia humana y, como todo hombre, se relaciona con distintas personas.
En los Evangelios se muestra con toda claridad que, como acontece con todos nosotros, Jesús está especialmente vinculado con dos personas: su Madre, la Virgen María, y San José, su Padre. Sabemos que San José no es el padre biológico de Jesús, “porque lo engendrado en María es del Espíritu Santo” (Mt 1,20). Sin embargo, es verdadero padre de Jesús, porque de todos los hombres es quien participa más plenamente de la paternidad de Dios, origen y modelo de toda paternidad en la tierra: “Con corazón de padre: así José amó a Jesús, llamado en los cuatro Evangelios «el hijo de José»”.
La vida y el ejemplo de San José en los Evangelios se han escrito también para que creyendo tengamos vida eterna en el nombre de Jesús. El Papa Francisco nos invita a mirar a San José y encontrar en él “un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad”.
Podemos confiar siempre en la protección de San José. El Padre todopoderoso podría haberse encargado Él mismo de proteger directamente a su Hijo durante su infancia. Y sin embargo quiso en su providencia que fuese un hombre -San José- quien cuidara “con corazón de padre” al Hijo unigénito. ¡Con cuánta fidelidad cumplió San José la misión dada por Dios!
Cuida de Jesús en los tiempos tranquilos de Nazaret. Ahí es “el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta”. Pero también lo hace en los tiempos de dificultad y peligro. Provee un establo y un pesebre para que el Niño pueda nacer lo más dignamente posible, presuroso huye a Egipto para salvar la vida de Jesús y, al regreso, se instala con su familia en Nazaret.
En nuestra vida cotidiana personal, familiar, laboral y social recurramos con confianza a la protección de San José, quien también con nosotros tiene un “corazón de padre”, como lo tuvo con Jesús. Especialmente recurramos a su intercesión ante su Hijo Jesucristo en nuestras dificultades y en tiempos de angustia.
Recomiendo leer la Carta del Papa acerca de San José. Es muy hermosa, breve y sencilla. En internet se busca como Carta Apostólica Patris Corde del Papa Francisco.
+ Francisco Javier
Obispo de Villarrica