La Diócesis de Villarrica eleva su oración por el eterno descanso de la Hermana Rosa Figueroa Paredes, Franciscana del Sagrado Corazón, quien falleció este domingo 9 de agosto a las 09:45 horas en Gorbea, junto a sus hermanas de comunidad.
Sus restos fueron velados en la capilla de la Casa de las Hermanas, en Gorbea, y posteriormente trasladados a Purulón. Sus funerales se realizarán mañana lunes 10 de agosto a las 10:30 hrs en dicha comunidad.
Que descanse en paz y Dios brinde fortaleza y esperanza a su familia y comunidad.
Breve reseña de su historia de Vida (Gentileza: Hermanas Franciscanas del Sagrado Corazón de Jesús)
Ida Ester Figueroa Paredes es el nombre seglar de nuestra Hna. María Rosa.
Nació un 3 de diciembre del año 1926 en Ñancul, comuna de Villarrica.
Hija de don Luis Alberto Figueroa Gómez y doña Luzmira del Carmen Paredes Sáez.
Con 21 años de edad, ingresó al convento el 19 julio del año 1947.
Tomó hábito el 6 de enero del año 1948.
Su Profesión Simple la realizó el 21 de febrero del año 1950 y su Profesión Perpetua el 19 de febrero del año 1956.
Académicamente se formó como Auxiliar de enfermería Paramédico.
La hermana María Rosa fue una hermana que se destacó en su vida religiosa como una mujer consagrada que predicó y vivió el Santo Evangelio con alegría en los lugares a los que, el Señor, la dirigió durante toda su vida religiosa.
Amante de la Santa Eucaristía, mostró siempre un admirable cariño y reverencia hacia los sacerdotes, orando constantemente por ellos.
Fue una mujer sencilla y caritativa; humilde, muy piadosa y servicial.
Desde su juventud, no le importaban la distancia o las condiciones climáticas, al momento de ir a dar alivio a los enfermos que requerían de sus cuidados. Iba pronta, como María, a aliviar sus dolores, a consolarles sus almas con las palabras de bondad y sabiduría que sabía regalar tan oportunamente también a las hermanas.
Sus acciones y su forma de ser le llevaron a ser respetada y admirada por muchas personas.
Llegó a ser hija ilustre de Quitratúe y, en cada uno de los lugares donde desarrolló su vocación y misión, dejó hondas y amables huellas.
Pucón, Villarrica, Valdivia, Pinto, Quitratúe, Pelchuquín, Lanco, Gorbea son algunos de los lugares en los que sirvió al Señor.
En Pinto estuvo en 3 oportunidades (dos en la comunidad del colegio y una en el hogar de Ancianos que también ayudó a fundar). Allí, la Madre Rosa, como le llamaba la gente por su corazón compasivo y cercano, era saludada con reverencia por los lugareños, quienes detenían sus caballos y se sacaban el sombrero o le ofrecían las primicias de sus cosechas, especialmente en los comienzos del hogar de ancianos.
En cada comunidad, las hermanas que vivieron con ella, reconocen un ejemplo de vida. Siempre preocupada por las demás, valorándolas y reconociendo sus méritos; siendo capaz de defenderlas, cuando se hizo necesario, aconsejándoles u orando por todas.
Fue muy preocupada de los más necesitados, amante de su familia: de sus sobrinos y sus seres queridos.
En sus últimos años, vividos en la comunidad de Gorbea (a quienes aprovechamos de agradecer por los amorosos cuidados brindados a nuestra hermana), vivió su enfermedad y dolores sin quejas, haciendo de cada gesto pequeño, una ofrenda dada en silencio para su Jesús, para su “esposo” como le llamaba en su últimos días.
Se fue apagando con la suavidad y delicadeza de un alma que confía en el Señor, preparándose para su encuentro con él; reconciliada con los demás y sin tareas pendientes.
A pesar de sus dolores, siempre quiso estar presente en la comunidad, compartiendo los momentos de comida y los sacramentos.
Que el ejemplo de nuestra hermana Rosa llegue al Corazón de Dios y Él continúe suscitando nuevas y santas vocaciones al servicio de su Iglesia en la Congregación.
Hna. María Rosa, descansa en Paz.